VIAJE A SICILIA

(del 7 al 18-10-2021)

 

 

 

 

 

De camino hacia Catania, el volcán Etna se hace omnipresente, siempre y cuando se deje ver entre las nubes

 

Una vez leí en un artículo que un verdadero viajero, antes de morir, debía visitar una serie de lugares, y uno de ellos era el valle de los Templos de Agrigento, en Sicilia. Por otro lado, mi padre, siempre me insistió en que debía viajar a esta isla. Por si esto fuera poco, nuestro apellido "De-Gregorio" es de origen siciliano, por lo que las razones para visitarla eran más que suficientes. Por una cosa o por otra, era una asignatura pendiente, pero las restricciones a causa de la pandemia del COVID 19, con la imposibilidad de viajar a países lejanos, o la prevención de no hacerlo, nos acercaron a este destino definitivamente. Eso sí, teníamos claro dos cosas: sería un viaje de pareja, sin nuestros hijos; y no sería en ningún caso en verano, con las tradicionales altas temperaturas de la isla, además de la concentración del turismo de playa. El mes elegido fue octubre, con sus pros y sus contras.

De nuevo en esta ocasión recurrimos a nuestro agente de viajes de confianza, Max Luria, de Viajes Gorongeti, para que nos organizase los vuelos, hoteles y alquiler de coche. Como siempre, todo genial. Tras perfilar la ruta, quedó configurada en 12 días, con llegada y salida desde Catania, siguiendo una ruta contraria a las ahujas del reloj. Evidentemente, en 12 días, es imposible visitar toda la isla, pero para un primer contacto, bastante profundo, no estuvo nada mal. El coche de alquiler, de la empresa Italy Car Rent, fue un Alfa Romeo Giulietta, que se comportó bastante bien. Automático, de gasoil, aguantó los 1.300 km con un depósito y 3/4. Cómodo y espacioso, aunque quizás le faltavan los últimos avances de seguridad y de entretenimiento. Hay que decir que conducir en Sicilia es algo, digamos, diferente. De hecho, una vez he conducido por Palermo y Catania, podría atreverme a hacerlo en Nueva Delhi.... Un consejo: si no sois muy valientes al volante, no conduzcáis en Sicilia. Quizás, a toro pasado, cogería un coche más pequeño. Las callejuelas medievales de algunos pueblos, con sus altos bordillos, no están hechas para coches grandes.... La compañía aérea escogida fue Vueling. Precios ajustados, puntuales a la ida, pero con casi dos horas de retraso a la vuelta, y con poco espacio en los asientos.

 

Alfa Romeo Giulietta, con el que hicimos unos 1.300 km en total

 

 

Antes de empezar, un poco de historia. Sicilia es una de las veinte regiones que conforman la República Italiana, con una población de unos 5 millones de habitantes. Es la cuarta región más poblada del país —tras Lombardía, Lacio y Campania— y con 25 711 km², la más extensa. Es además la isla más poblada y de mayor tamaño del Mediterráneo, y la séptima isla más grande de Europa. Sicilia es la única región italiana que cuenta con dos ciudades entre las diez más pobladas del país: Palermo (5ª) y Catania (10ª). La universidad más antigua de la isla es la de Catania, fundada en 1434. En latín, por su forma triangular, se llamaba Trinacria (triangular). Sin embargo, su nombre se debe a que anteriormente los griegos la llamaban Sikelia, debido a que la tribu nativa eran los sículos. Sicilia fue ocupada por los fenicios (s. IX a. C.). En el siglo siguiente, fue colonizada por los griegos, que fundaron varias ciudades de importancia, como Siracusa y Catania. En el siglo V a. C. empezó la penetración cartaginesa en la isla, y Siracusa llegó a ser una de las ciudades más importantes de toda Grecia. Durante la primera guerra púnica, los romanos conquistaron toda Sicilia, salvo Siracusa, que consiguió mantenerse independiente. Sin embargo, durante la segunda guerra púnica, Sicilia se alió con Cartago, por lo que los romanos la conquistaron militarmente en 212 a. C., pese a los intentos del famoso inventor Arquímedes por defenderla, que murió en la toma de la ciudad. Después de la conquista, Sicilia fue reducida a provincia romana. Tras diversas invasiones de los pueblos germánicos y sarracenos, a partir de 1061, Sicilia fue conquistada por los normandos. En el s. XIII quedó bajo la corona de Aragón. La situación de Sicilia como un virreinato más de la Corona de Aragón continuó hasta 1713. En 1738 entró la dinastía borbónica. En 1860, como parte del Risorgimento, la expedición de los Mil liderada por Giuseppe Garibaldi desembarcó en Sicilia y en el collado de Pianto romano, cerca de Calatafimi, derrotó el 15 de mayo a los borbones. La marcha de Garibaldi fue finalmente completada con el asedio de Gaeta, donde se expulsó a la última resistencia borbónica y Garibaldi anunció su dictadura en nombre de Víctor Manuel II. Sicilia se convirtió entonces en parte del reino de Italia (1861).

 

El azafrán dirado o zafferanastro giallo (Sternbergia lutea), puede verse a lo largo de las carretera sicilianas de interior

 

Jueves 7 de octubre, salimos de Girona hacia el aeropuerto del Prat, donde a las 12.35 h. salía nuestro vuelo. Nos llevó nuestro hijo Oriol, que se quedó el coche, para más tarde volver a utilizar los servicios de la compañía Aparga & go, para hacerse cargo del mismo. A eso de las 14.45 h. aterrizábamos en el aeropuerto de Catania. Había cierta expectación, ya que el día anterior había habido unas fuertes tormentas (tornado incluído), pero la verdad es que no se notaba nada. Recogemos maletas y nos dirijimos a recoger el coche. Una vez hecho esto, nuestro primer destino era la ciudad de Taormina, a unos 67 km. Nada más salir del aeropuerto, empezamos a entender qué significa conducir en Sicilia. Señales ? carriles ? limitaciones ? Eso aquí no existe. Por lo tanto, hay que armarse de valor y, o bien te escondes bajo tierra, o te comportas como un siciliano más. Yo, pensando en mis orígenes, opté por la segunda solución. Ja, ja, ja.

Tras algunas confusiones, llegamos a la autopista que nos llevaría a Taormina, pero antes de ir al hotel, una pequeña parada en un lugar de peregrinaje para los cinéfilos: la preciosa estación de tren Taormina-Giardini, en donde Michael Corleone (Al Pacino) se reúne con su ex mujer Kay (Diane Keaton), en la tercera entrega de la película "El Padrino".

Tras la corta visita, llegamos a la bella Taormina por la costa, subiendo la imponente cuesta de la via Luigi Pirandello, que a la larga nos llevará a nuestro cuartel general las dos siguientes noches: el hotel NH Collection Taormina, un cinco estrellas muy recomendable, tanto por servicios (desayuno excelente), comodidad, como por su magnífica ubicación, a escasos metros del centro, y con propio servicio de aparcamiento, algo imprescindible en Taormina.

Una vez instalados, sobre las 19 h., decidimos aprovechar el tiempo y en pocos pasos estábamos en la puerta de Messina, que a través del corso Umberto, en a penas 1 km, te lleva a la puerta de Catania. Tengo que decir que Taormina, y el ambiente de esta calle peatonal, el corso Umberto, fue de lo que más gustó a Anna en toda Sicilia. De hecho, casi más bonita de noche que de día, con sus tiendas de moda, artesanía, joyerías.... y sus elegantes clubs y restaurantes. Sí, Taormina respira "lujo" por los cuatro costados, pero a la vez, entre sus empinadas y estrechas callejuelas, se encuentra el pulso de la Sicilia callejera y sus locales populares. Esa primera noche, cenamos en Villa Zuccaro, una elegante pizzeria con una pizza's grandes y sabrosas, hechas en un gran horno de leña, a la vista de los clientes. Paseo de nuevo por el corso Umberto, y a descansar.

 

Anna en la estación de tren de Taormina-Giardini, escenario de "El Padrino III"

 

 

Uno de los rincones más bellos de Taormina: la piazza del Duomo, más si cabe de noche.

La Catedral de Taormina (s. XIII) está dedicada a San Nicolás de Bari.

En la plaza se encuentra la fuente "delle quattro fontane", de estilo barroco (s. XVII), con una representación del Minotauro, símbolo de la ciudad, en su parte superior.

 

 

 

Viernes 8 de octubre, tras desayunar muy bien el hotel, a eso de las 9'30 h. empezamos nuestra visita de Taormina, y nos acercamos a la iglesia de San Pancracio, de estilo barroco, pero edificada sobre las ruinas del templo de Zeus Serapide, del que conserva algunos vestigios. Tras ello, después de cruzar el arco de la puerta de Messina, tomamos la via Teatro Griego, que como su nombre indica, conduce hasta la joya clásica de esta bellísima ciudad. El trayecto está repleto de tiendas de recuerdos y de comida, ahora tranquilos en octubre, lo que te lleva a imaginar cómo será aquello en pleno verano.... Tras enseñar nuestros certificados de vacunación y pagar los 13'50 € por persona, entramos en el segundo mayor teatro antiguo de Sicilia, tras el de Siracusa. El teatro griego de Taormina se construyó en el s. III a. C. Lo mejor de este parque arqueológico es su ubicación. Desde su promontorio se oberva toda la ciudad, al pie del monte Tauros, el estrecho de Messina, y al frente, mirando al escenario, la majestuosidad del Etna. Indescriptible. Este escenario, aunque conocido como teatro griego, fue reconstruído casi totalmente en la época romana, pasando a ser un lugar de lucha de gladiadores, por lo que quizás sea más apropiado denominarlo Teatro greco-romano. Tiene una capacidad de unas 5.000 personas, y en la actualidad se realizan actuaciones artísticas y musicales, siendo sede del Festival de Cine de Taormina.

 

El impresionante teatro greco-romano de Taormina, con el Etna al fondo

 

Desde la parte alta del teatro, se divias la Isola Bella y sus playas, en la zona costera de Mazzarò, unida a la costa por una pequeña franja de arena , por la que solo se puede acceder con la marea baja.

 

 

Vista de la ciudad de Taormina desde el promontorio del teatro greco-romano

 

Tras la visita, pasando junto al Gran Hotel Timeo, uno de los ejores del mundo, retomamos el corso Umberto, en donde se hallan los principalpes objetivos turísticos de Taormina. En cualquier caso, a pesar de ser eso cierto, conviene intentar perderse por los callejones adyacentes, repletos de sorpresas, aunque ello suponga el esfuerzo de subir y bajar empinadas escaleras. A lo largo del corso Umberto, además de las lujosas tiendas, restaurantes y locales, nos encontramos joyas arquitectónicas como el Duomo, la espectacular Piazza IX Aprile, con sus increíbles vistas panorámicas, y las iglesias de San Giuseppe y de Sant’Agostino. También el Palacio Corvaja, la iglesia de Sta. Caterina de Alejandría o el teatro romano (Odeon), muy cerquita de nuestro hotel. También es interesante acercarse a la Naumachia, restos de una muralla romana, llena de arcos y hornacinas, que se encargó de suministrar agua a la ciudad hace unos 2000 años, siendo una de las estructuras más antiguas de Taormina. Otras iglesias interesantes son la de San Miguel Arcángel o la de San Antonio, pequeñas pero muy bellas. En definitiva, Taormina es una ciudad para pasear sin prisas, admirando las increíbles vistes e impregnándose de cada uno de sus rincones. Una pausa para tomar un aperitivo o una granita (con o sin bollo), bien vale la pena. A la hora de comer, lo teníamos claro, y por suerte (aunque sin reserva) conseguimos una mesa en la Osteria da Rita, en Via Calapitrulli, 3. Repleta, algo lenta, pero con una comida local auténtica a muy buen precio, donde degustamos nuestra primera caponata (guiso de berenjenas siciliano, agridulce), y una pasta con sardinas, espectacular, todo ello acompañado de un grupo de música popular callejero, que hicieron aún más agradable la comida. Decidimos no tomer postre y dar un paseo para, más tarde, acudir a otro tipo de templo: el Bam Bar, donde - según mi opinión- se come la mejor granita de toda Sicilia. Por suerte, encontramos una mesa libre, y aunque la de almendra es la más famosa, pido la de café y Anna la de chocolate. El camarero me mira y me pregunta si la quiero con nata y con brioge. Le respondo: con todo !! Espectacular. Regresamos al hotel a descansar un rato, y a eso de las 19'30 salimos de nuevo a dar el último paseo por el corso Umberto, cenamos algo ligero, y a dormir, que al día siguiente nos esperaba un día muy intenso.

 

Aspecto de la Porta Catania, que da paso al corso Umberto

 

 

Anna en la que algunos dicen es la calle más estrecha del mundo, aunque la Vinarna Certovka, en Praga, también le disputa el título...

 

 

Un balcón preciosamente dcorado de una de las casas señoriales del corso Umberto

 

 

La espectacular Piazza IX Aprile, corazón de Taormina, con unas vistas espectaculares

 

 

Anna haciendo unas compras en la colorida tiendecilla de ultramarinos de una callejuela que hace esquina con el corso Umbertp. Pastas, vinos, salsas, aceites, aceitunas, pistachos, chocolate...... Todo lo que un buen gourmet pudiera desear.

 

 

Nuestra primera caponata, uno de los platos típicos más sabrosos de Sicilia

 

 

La famosa y delicionsa pasta con le sarde (sardinas). Espectacular

 

 

Delicias del Bam Bar de Taormina: granita de chocolate y granita de café con nata, y con el brioge preceptivo.

Solo recordar su sabor es que me echo a llorar. Sin duda alguna, de lo mejor de Sicilia !

 

 

Detalle de la Naumachia di Taormina (s. II), que era un enorme muro de terrazas, construido por los romanos para contener la colina de arriba.

 

 

Sábado 9 de octubre. Teníamos que estar a las 8'15 h. en Catania, una vez aparcado el coche con las maletas y todo, para nuestra excursión al Etna. Por ello, no pudimos disfrutar del desayuno del NH, aunque nos prepararon un pic-nic muy completo. Tras el madrugón, conseguimos salir de Taormina (en verano debe de ser espantoso) y en 1 hora estábamos ya en la segunda ciudad de la isla. Aparcar en Sicilia, en general, no es fácil, pero a esa hora, encontramos parking en la Piazza Lupo, cercana al punto de encuentro, y con unas monedas (barato) dejamos el coche bien aparcado en zona azul. Nos dio tiempo incluso para un capuccino y un cornetto, que es como llaman allí a los croissant. Al poco, llegó Giovanni, un joven estudiante de Geología que sería nuestro guía en la excursión. La empresa fue Etna & Sea, contratada a través de la plataforma Civitatis. En un viejo pero potente Mitubishi Pajero, nos subimos Anna y yo y cuatro londinenses, que aparecieron en chancletas, pero la verdad es que se portaron muy bien. La ruta hacia el Etna, tras salir de la gran urbe de Catania, se va haciendo cada vez más impresionante. El día no parecía amenazar lluvia, pero subiendo a esas alturas, nunca se sabe....

El Etna es un volcán activo de alrededor de 3.357 metros de altura, aunque ésta varía debido a las constantes erupciones. Es la montaña más alta de Italia al sur de los Alpes, y cubre un área de 1190 km², con una circunferencia basal de 140 kilómetros.​ En la mitología griega, el Etna era el volcán en cuyo interior se situaban las fraguas de Hefesto, que trabajaba en compañía de cíclopes y gigantes. El monstruoso Tifón yacía debajo de esta montaña, lo que causaba frecuentes terremotos y erupciones de humo y lava. Su nombre derivaba de la ninfa Etna, hija del gigante Briareo y de Cimopolia, o de Urano y Gea, que se convirtió en la deidad de este famoso volcán. Está casi siempre en constante erupción, y aunque en ocasiones puede ser muy destructivo, no está contemplado como un volcán particularmente peligroso, y miles de personas viven en sus alrededores e incluso en sus faldas. La fertilidad de la tierra volcánica hace que la agricultura extensiva, con viñas y huertos, se extienda a lo largo de sus laderas. En junio de 2013 el Etna fue declarado Patrimonio de la Humanidad por resolución del Comité de la UNESCO.

La excursión estuvo muy bien, ya que al ir en un 4x4, pudimos acceder a lugares sin turismo, solos, y contemplar paisajes estremecedores, apreciando la flora del lugar, ya que la fauna no se dejó ver. Hicimos el sendero de Naturaleza del Monte Nero degli Zappini, que pasa por los refugios del Carpinteri y de Sta. Bábara, y más tarde nos acercamos a la zona del Refugio Sapienza, a 2.000 metros de altitud, donde la niebla y el frío ya envolvían todo. Parte del grupo se quedó tomando un capuccino, pero yo me fui a dar la vuelta al "simpático" cráter Silvestre, que tanto me recordó a algunos volcanes de Islandia. Viendo cómo estaba el tiempo, Giovanni nos recomendó no subir al teleférico (no veríamos nada) y hacer una ruta de todoterreno por los bosques de castaños hasta el mirador del Valle del Bove, aunque la niebla hizo imposible divisar nada. Tras ver las curiosas y pequeñas manzanas de esa zona, nos dirijimos hasta el pueblo de Zafferana, donde visitamos la hacienda de "Oro de Etna", donde degustamos aceites, vinos, aceitunas, miel...., e hicimos algunas compras. A eso de las 14 h. estábamos de regreso en Catania. Como ya era hora de comer, incluso tarde, fuimos al primer sitio que vimos, una terraza de un establecimiento que, a priori, no parecía nada en especial: la Gelateria Pellegrino. Nos sentamos en la terraza y pedimos una pasta a la norma y unos postres deliciosos. Toda una sorpresa, por calidad y por precio.

 

De camino a Catania, al amanecer, es cuando vimos mejor el Etna y sus fumarolas. Más tarde, se tapaba con la niebla y las nubes

 

 

El grupo por el sendero del Monte Nero degli Zappini

 

 

Anna en un rincón de la ruta, con unas formaciones muy curiosas

 

 

Aspecto de una de las coladas de lava

 

 

Una planta en flor de otoño que puede verse en el Etna: Linaria purpurea

 

 

Formaciones y conos volcánicos desde la cima del cráter Silvestre

 

 

Aspecto general del cráter Silvestre

 

 

Una de las cosas que más me llamó la atención, fue la presencia en aquel ambiente, tan inhóspito y frío, de estas mariquitas (Coccinella septempunctata). Las había en grandes grupos sobre la lava solidificada

 

 

Tras la comida, nos esperaba una larga ruta hasta Milazzo, nuestro próximo destino, pero antes, teníamos que visitar dos hitos en la cinefilia de "El Padrino": los pueblos de Forza d'Agrò y Savoca, a unos 75 km de Catania. He de decir que la ruta no se hace larga porque casi todo es autopista, aunque encontrar una autopista sin obras en Sicilia, es algo muy raro. La subida hasta Forza d'Agrò es de aquellas que no se olvidan. Solo son 5 km, pero tela... Se tata de un pueblecito medieval de a penas 800 habitantes, pero que ha sido escenario de películas como "Jessica", de Jean Negulesco, o de las dos últimas entregas de "El Padrino", de Francis Ford Coppola. La imposibilidad de filmar en Corleone, hizo que el director italoamericano, escogiese esta preciosa villa medieval, casi inaccesible hasta los años 60, para ubicar su "Corleone" de ficción. Entre las escenas más reconocibles rodadas en esta pequeña villa medieval se encuentran la fuente de la plaza principal del pueblo o la la Piazza della Triade, donde se encuentra la iglesia Santissima Trinità (también conocida como iglesia de San Agustín), y que aparecen en "El Padrino III". Cinefilia aparte, el pueblo merece una visita sin duda alguna.

 

Anna subiendo las escaleras para pasar por el Arco Durazzesco, que da acceso a la plaza donde se halla

 

 

Anna frente a la iglesia de la Santísima Trinidad, como el Arco Durazzesco, del s. XV

 

 

A unos 12 km de Forza d'Agro, se halla el pueblecito de Savoca, más turístico en la actualidad. No hay una carretera que una a los dos pueblos, por lo que se hace necesario bajar hasta la carretera principal y, más adelante, volver a subir por otra empinada y tortuosa carretera hasta Savoca. Con algo más de 1.700 habitantes, Savoca es otro pueblo que, cinefilia aparte, bien merece la pena. Pasear tranquilamente por su casco histórico y visitar sus iglesias, ya merecen de por sí la visita. Las principales localizaciones de Savoca que aparecen en la primera entrega de «El Padrino» son el Bar Vitelli y la iglesia de San Nicolò o de Sta. Lucía. En el interior del bar Vitelli, hay un pequeño museo con fotogramas de la película y objetos del rodaje. Las vistas desde la terraza son impresionantes, y así se lo parecieron a Francis Ford Coppola, que quedó prendado de las mismas.

 

Anna en el arco llamado "Porta de la Cità", con la iglesia de Sant Nicolò al fondo

 

 

Aspecto de la portada de la iglesia de Sant Nicolò o de Sta. Lucía, donde Michael Corleone (Al Pacino) se casó con su amada Apollonia Vitelli(Simonetta Stefanelli), en la primera entrega de "El Padrino", de Francis Ford Coppola.

 

 

Aquí me veis "emulando" a Al Pacino, en la puerta del Bar Vitelli, de Savoca. Poco ha cambiado desde el rodaje. A la izquierda de la foto, aún se conserva la mesa y las sillas donde se sentó Michael Corleone (Al Pacino), y en donde vio por primera vez a Apollonia (Simonetta Stefanelli)

 

 

En el interior del bar Vitelli, hay fotografías y otros recuerdos de la película

 

 

Anna junto al monumento al director de El Padrino: Francis Ford Coppola, desde donde hay una vista espectacular: desde la mar, hasta la iglesia de Sant Nicolò. No es de extrañar que el director italo-americano se enamorase de este sitio.

 

Tras la visita de Savoca, sobre las 17 h., salimos en dirección a Milazzo (a unos 75 km), pasando por la zona de Messina, contemplando desde la autopista como la punta de la bota italiana, parece tocar la isla de Sicilia. Una vez en Milazzo, nos alojamos en el Hotel la Bussola, un hotel boutique de 4 estrellas muy cómodo, situado en pleno puerto de Milazzo, pero bien insonorizado, con un servicio excelente. Algo cansados, salimos a cenar cerca, al ristorante La Bitta, repleto de gente local (sábado por la noche) y con unas pizza excelente y, como de costumbre, enormes. Tras la cena, a dormir, que al día siguiente teníamos aventura marítima, y el tiempo amenazaba lluvia....

 

Vista de Milazzo desde la ventana de nuestra habitación, en el hotel La Bussola

 

 

Domingo 10 de octubre. Este domingo el plan era visitar dos de las islas Eolias: Panarea y Strómboli. Las Isole Eolie constituyen un archipiélago volcánico en el mar Tirreno, cerca de la costa nordeste de Sicilia. Fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.​ La isla más grande es Lípari. Las otras islas son Vulcano, Salina, Strómboli, Filicudi, Alicudi y Panarea. Hay mucha gente que opina que estas islas ya merecen un viaje por sí mismas, y seguramente tienen razón. Nosotros, solo teníamos este domingo y siendo ya octubre, la única excursión organizada era la llamada "nocturna" de Panarea y Strómboli. Otra opción era tomar transbordadores públicos e ir de isla en isla. De esa manera, podríamos haber visitado Vulcano, una de las más famosas y espectaculares, pero el estado del tiempo no acompañaba en absoluto. El día amaneció lloviendo y con la mar revuelta. De hecho, nos temíamos no poder salir. Hay muchas compañías y, por supuesto, no es lo mismo ir en verano que en otoño. Nosotros cogimos la opción de la compañía Tarnav, que como comentaba, tenían esta excursión a Panarea y Strómboli, saliendo en el Eolian Queen sobre las 11 desde el puerto de Milazzo y regresando sobre las 21'30 h. A la salida, la lluvia y la mar revuelta hacían presagiar un mal día, pero la verdad es que, ya acercándonos a la altura de Vulcano, a unos 25 km de Milazzo, el cielo parecía que empezaba a abrirse. Al llegar a Panarea, ya lucía el Sol.

 

Aspecto de las islas Eólias bajo la tormenta que nos acechaba

 

 

Aspecto del cabo Milazzese, con la cala Junco y los restos del poblado prehistórico, en Panarea

 

La más pequeña de las Eolias es también una de las islas más tranquilas y al mismo tiempo pintorescas. Esto ha hecho que, últimamente, se ha convertido en refugio de famosos en los últimos años, una especie de Capri siciliana. Las típicas casas blancas donde hasta hace poco no había llegado la electricidad han sido restauradas para convertirse en casas de veraneo de gente adinerada. La población de Panarea se concentra en tres puntos, San Prieto, embarcadero donde llegan los barcos, Ditella al nordeste y Drauto al sudeste. La zona Oeste de la isla está deshabitada y ni siquiera existe un sendero de circunvalación. Desde San Prieto parte una ruta hacia el sur que lleva al cabo Milazzese donde se ubicaba el antiguo poblado prehistórico del siglo XIV a. C. que conserva la planta de 23 cabañas pavimentadas con piedra. Desde allí se puede descender hasta la cala Junco, protegida por un manto de lava solidificada. Nosotros, no siendo época de playa, y como el barco, antes de atracar, nos ha acercado ya a la cala Junco, optamos por dar un paseo por la zona de San Pietro hasta Ditella, visitando la iglesia de San Pietro, y disfrutando de sus callejones, sus lujosos chalets y de las vistas de Strómboli. Tras el paseo, antes de partir para Strómboli, comemos en el Bar del Porto. No hay mucho donde elegir (acaba la temporada), pero una parmigiana (beremjenas a la parmesana), siempre te saca de cualquier apuro.

 

Uno de los rincones más pintorescos de Panarea

 

 

Vista de la isla de Basiluzzo desde Panarea.

Situada a unos 3,5 km al noreste de aquélla, tiene una superficie de 0,3 km2, siendo el mayor de los islotes deshabitados islas Eolias.

 

 

Anna disfrutó del paseo por las callejuelas, ahora tranquilas, deshabitadas, de la coqueta Panarea

 

 

 

Espectacular vista de Stromboli desde Panarea

 

 

A eso de las 14.30, aún luciendo el Sol, y mientras observo el vuelo majestuoso de un halcón peregrino sobre el Tirreno, el Eolian Queen nos recoge y nos lleva al siguiente destino: Strómboli. Es conocida mundialmente por el volcán del mismo nombre, que se eleva 924 m sobre el nivel del mar, y cuya profundidad en el lecho marino supera los 2.000 m. De sus tres cráteres activos salieron los personajes de Julio Verne en Viaje al Centro de la Tierra. Y fue aquí, en Strómboli donde se consolidó el amor entre Ingrid Bergman y el director Roberto Rosellini durante el rodaje de la película que lleva el nombre de la isla. Una característica geológica propia del volcán de Stromboli es la conocida como Sciara del Fuoco, una gran depresión en forma de canal, generado en los últimos 13.000 años por varios colapsos en la cara noroeste del cono. Por sus márgenes solidificados, como si de un río se tratase, descienden hasta el mar los bloques de lava y fuego después de cada explosión, que se produce casi matemáticamente, cada 20 minutos, convirtiéndose en todo un espectáculo que, solo por ello, merece la pena visitar. Nada más llegar a Strómboli vemos que no tiene nada que ver con Panarea. Strómboli es 'salvaje', más auténtica. El Strombolicchio, un peñon cilíndrico de 50 metros de altura que surge del mar a 1 km de Strómboli. A través de una empinada escalera excavada en la roca se asciende a una explanada donde un faro alimentado de paneles solares guía a los barcos pesqueros. Pero Strómboli no es solo el volcán. Sus callejuelas, sus playa de arena negra, su ambiente de pescadores, sus olivares, ya de por sí merecen la visita. Desde el puerto, nos metemos por las callejuelas, descubriendo cada rincón, solo "perturbados" por el sonido del volcán, que como decía, ruge cada 20 minutos. Llegamos hasta la iglesia de San Vincenzo Ferreri, desde donde hay una vista increíble, tanto de la mar como del volcán. Van apareciendo nubes, pero albergamos la esperanza de poder ver la famosa Sciara del Fuoco. A eso de las 18 h., a la puesta de Sol, embarcamos de nuevo. Parece que la mar está algo más calmada, pero nada más lejos de la realidad. El capitán, tras pasar por el Strombolicchio, intenta rodear la isla por la cara noroeste, para que podamos ver el espectáculo, pero el oleaje es muy fuerte, incluso para la motonave en donde vamos. Aún no es del todo de noche, pero vemos la Sciara del Fuoco, no como habíamos soñado, pero la vemos. El capitán, sobre las 18'30 h., nos indica que es imposible permanecer en la zona y que debemos regresar. Y qué regreso. Son dos horas de navegación rápida hasta Milazzo, que para la mayoría del pasaje, se harán eternas. La gente aguantó una media hora, pero después, las bolsas de plástico y de papel se agotaron.... Según supimos, los días posteriores se anularon las excursiones, así que, a pesar de todo, tuvimos mucha suerte. A pesar de lo que pueda parecer, con los mareos de la gente y sus consecuencias, llegamos al puerto de Milazzo, lloviznando y con hambre. Es lo que tiene la mar. Decidimos aparcar la pasta, la pizza y el pescado, y fuimos a cenar al Naguara, un restaurante venezolano especializado en carne. Su responsable, de origen venezolano, estuvo muy atenta y nos recomendó muy bien las carnes que comimos: excelentes. Tras la cena, bastante cansados, regresamos al hotel a descansar.

 

 

La Via Rinella, una de las callejuelas típicas de la isla de Strómboli

 

 

Aspecto de la fachada de la iglesia de San Vincenzo Ferreri

 

 

Una de las casas típicas de Strómboli, donde las rocas del volcán siempre están presentes

 

 

La playa negra de Strómboli

 

 

Anna bajo el volcán Strómboli, al anochecer, cuando las nubes y las fumarolas se funden con el crepúsculo solar.

 

 

La Sciara dei Fuoco al anochecer.

Aunque no la pudimos ver en plena noche, por el estado de la mar, su visión es estremecedora y de gran belleza

 

 

 

Lunes 11 de octubre. Este lunes, tras el desayuno en el hotel La Bussola, tocaba atravesar todo el norte de Sicilia hasta Palermo. Pero antes, a unos 135 km de Milazzo, nos esperaba Cefalú. Esta localidad costera, de a penas 14 mil habitantes, duplica en verano su población. No sé si fue que era lunes, que el día estaba medio nublado y la mar muy revuelta, pero la verdad es que este pueblo, considerado uno de los más bellos de Sicilia y de Italia, nos decepcionó un poco. Quizás nos esperábamos otra cosa, no tan turístico. En todo caso, es un lugar de visita imprescindible en cualquier ruta por Sicilia, aunque solo sea para visitar su catedral. Fuera de temporada y siendo un lunes, pudimos aparcar muy cerca del viejo muelle de pescadores, que también fue plató para muchas de las escenas de otra de las grandes películas rodadas en Sicilia: "il Nuovo cinema Paradiso", de Giuseppe Tornatore. En Cefalú hay que pasear por la Via Vittorio Emanuele y el Corso Ruggero, verdaderas arterias de la ciudad antigua, con sus tiendas y restaurantes. Un lugar muy interesante es el “Lavatoio Medievale”, donde antaño las mujeres de Cefalú bajaban para lavar la ropa. Todavía se mantiene perfectamente la escalinata en curva que da acceso al manantial (que hoy sigue corriendo), y las piedras, fuentes y soportes donde se lavaba la ropa. Cerca de allí está la Porta Pescara, que da acceso al mar y que tiene unas vistas muy bellas. Hay quien dice que si le das un beso a tu pareja allí, vais a estar juntos para siempre. En todo caso, según mi gusto, el mejor sitio de Cefalú es la Piazza del Duomo, con su ambiente y con los edificios que la rodean, como el Ayuntamiento (antiguo Monasterio de Sta. Catalina), el bonito Palazzo Pirajno, el Palazzo Maria y el Seminario Vescovile, uno de los seminarios más antiguos de Sicilia. Pero por encima de todo, il Duomo. La catedral de Cefalú, de estilo árabe-normando, conserva en su interior un precioso mosaico bizantino del siglo VI, impresionante y de visita imprescindible, así como un claustro de la época normanda, único en Sicilia. La leyenda cuenta que fue Rogelio II quien mandó construir esta catedral, tras sobrevivir milagrosamente a un naufragio y llegar justo a Cefalú. Tras un descanso en la plaza para tomar un capuccino, nos quedamos a comer en Cefalú en el restaurante Al Porticciolo, con un comedor con vistas espectaculares al mar, pero con una relación calidad-precio no demasiado buena. Vamos, que no repetiríamos. Tras la comida, un paseo hasta el coche por el corso Ruggero, y rumbo a Palermo.

 

 

Imagen panorámica de la playa de Cefalú, con el pintoresco puerto viejo al fondo

 

 

 

La angosta via o vicolo Caracciolo

 

 

 

Una curiosa fachada de la via Vittorio Emanuele

 

 

El lavatorio medieval

 

 

La Porta Pescara

 

 

El Duomo de Cefalú y su animada Plaza, centro neurálgico de la ciudad

 

 

Detalle del precioso pantocrátor bizantino de la Catedral de Cefalú

 

 

Un capuccino, una cassatina y un babà al ron. Tentenpié en la Plaza del Duomo de Cefalú

 

 

Tras Cefalú, nos acercamos a Palermo para descubrir lo que es circular en una ciudad como esa. Hay que armarse de valor !! En todo caso, como es pronto, decidimos no dejar de momento el coche, y en lugar de ir a nuestro hotel, realizar la visita del Duomo de Monreale. Cerraban a las 17 h., pero a como a las 15'30 h. ya estábamos allí, fue una buena idea, ya que así, al día siguiente, no tocaríamos el coche para nada y lo dedicaríamos entero a Palermo. Monreale se halla a unos 2 km al sur de Palermo, y cuenta con unos 40 mil habitantes, aunque su término municipal es de los mayores de Italia. La joya de Monreale es su catedral. Cuando llegamos, amenazaba lluvia, pero ya se notaba la gran afluencia de turistas que la visitaban. Una vez conseguimos aparcar en un parking cercano (no es nada fácil !!), nos dispusimos a visitarla. La catedral de Monreale es uno de los mayores logros del arte normando en el mundo. Es notable su fusión con el arte árabe que imperaba en Sicilia antes de la conquista de la isla por parte de los normandos. La iglesia fue fundada en 1172 por Guillermo II de Sicilia, y muy pronto, junto a ella se levantó un monasterio benedictino. La catedral es mundialmente famosa por los impresionantes mosaicos dorados que cubren todo su interior, en los que se pueden contemplar escenas tanto del Antiguo Testamento, como del Nuevo Testamento. El claustro, junto a la catedral, se apoya en 228 columnas, decoradas profusamente, y rematadas en unos capiteles muy trabajados. Sobre estos se apoyan unos arcos que denotan una fuerte inspiración árabe. En julio de 2015, el conjunto «Palermo árabe-normando y las catedrales de Cefalú y Monreale» fueron incluidos en la lista del patrimonio de la Humanidad por la Unesco. No hay que decir que la visita es del todo imprescindible.

 

Vista de la Piazza di Vittorio Emanuele, desde la Catedral de Monreale

 

 

El portal del escultor Bonanno Pisano (1185-1186), en la fachada principal de la Catedral

 

 

 

Aspecto del claustro de la Catdral de Monreale

 

 

Detalle de uno de los capiteles del claustro, bellamente decorados. Una maravilla

 

 

Anna ante uno de los relieves barrocos de inspiración ibérica, en la llamada Capilla de los Profetas. En concreto, el profeta Jeremías.

 

 

Aunque la joya principal de la Catedral de Monreale se haya en su ábside, con los preciosos mosaicos bizantinos

 

 

Detalle del Pantocrátor, figura central de los mosaicos del ábside

 

 

Justo cuando acabábamos la visita, empezó a llover con ganas. Si conducir por Palermo ya es de por sí complicado, con lluvia, ya es de premio.... Por si fuera poco, nuestro alojamiento está en pleno centro, a escasos metros del mercado de Ballaró, y sin parking propio. Nos armamos de valor, y guiados por el googlemaps, que nos metió por sitios insospechados, llegamos al parking público y gratuito de la Via Lagumina Fratelli, 1, y no solo eso, sino que encontramos sitio libre. Increíble. Viendo el ambiente que nos rodea, nos tememos que del coche no queden ni las ruedas, pero la verdad es que había bastante vigilancia de los Carabinieri y cámaras de seguridad. Cogemos las maletas y a 50 metros llegamos a nuestro hotel, il Giardino di Ballarò, un hotel boutique en la Via Porta di Castro, a dos pasos del centro (mercado di Ballarò, Quattro Canti, Palcio Normando....), que fue de los mejores alojamientos en nuestro viaje, tanto por su exquisita decoración, su fantástico desayuno, y sobre todo su excelente ubicación. Nos tocó la buhardilla, con la pega de no haber ascensor, pero con una ventana en el techo que nos permitió dormir viendo las estrellas.

Nuestra coqueta habitación en il Giardino di Ballarò

 

 

Tras instalarnos, a eso de las 18'30 h., salimos a nuestra primera toma de contacto con la ciudad. Palermo es la capital de Sicilia, con una población cercana al millón de personas, y dotada de un considerable patrimonio artístico y arquitectónico que abarca desde restos púnicos hasta casas de estilo art nouveau, pasando por residencias de estilo árabe y normando, iglesias barrocas y teatros neoclásicos. No puede negarse que Palermo evoca a menudo miedo y rechazo. hay gente que la detesta y no quiere pasar en ella más que el tiempo imprescindible. No en vano, Palermo vivió un verdadero infierno durante las décadas de 1980 y 1990, cuando muchos funcionarios públicos perdieron la vida en la lucha contra la mafia. Estos asesinatos incluyeron el del general de los carabinieri, Carlo Alberto Dalla Chiesa, el presidente regional Piersanti Mattarella, el Padre Pino Puglisi, un sacerdote que había luchado por los jóvenes que vivían en los suburbios, y los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Pero al lado de esa cara oscura de la ciudad, el Palermo actual, con su caos y desorden, con sus callejuelas oscuras y a menudo sucias, encierra un corazón vivo, auténtico, de "la calle", que a nosotros, particularmente, nos encantó. He de decir que en nuestra estancia de dos días, no tuvimos nunca sensación de miedo, ni tampoco ningún tipo de percance, y que las gentes con las que interactuamos, fueron siempre agradables y simpáticas. Sin duda alguna, para nosotros, Palermo fue de lo mejor de nuestro viaje por Sicilia, y hasta nos supo a poco.

Como os decía, en apenas 600 metros desde el hotel, ya estábamos en la Via Maqueda, repleta de gente, tanto local como turistas, y en pocos pasos, en los famosos Quattro Canti, a partir de la cual, la via Maqueda se hace peatonal, y los bares, pastelerías y restaurantes, son sus terrazas, cobran protagonismo. Sentarse en una de ellas a mirar a contemplar el paso de la gente, todo un calidoscopio de culturas, es en sí mismo un espectáculo. Como por suerte ya había dejado de llover, y el paseo era de lo más agradable, continuamos por la via Maqueda, ya de noche, hasta la Piazza de Giuseppe Verdi, en donde se halla el precioso Teatro Massimo, de estilo neoclásico, y el mayor de los teatros de ópera de Italia y el tercero más grande de Europa. Está dedicado al rey Víctor Manuel II de Italia. Teníamos muchas ganas de ver este edificio, entre otras cosas, porque su escalinata fue el escenario de la dramática escena final de la saga de "El Padrino". A causa de la pandemia del COVID, no pudimos acceder a la escalinata, pero sí contemplar la belleza de la misma y del edificio. Ya satisfecha nuestra curiosidad cinéfila, regresamos por la via Maqueda, y nos quedamos a cenar en la Osteria Villena, donde cenamos muy bien, por cierto. Tras la cena, a dormir, que nos esperaba un día siguiente muy intenso.

 

Las famosas escalinatas del Teatro Massimo de Palermo, escenario del dramático final de la tercera entrega de "El Padrino"

 

 

Martes 12 de octubre. Hoy tocaba Palermo al completo. La buena ubicación del Giardino di Ballarò ayudó mucho. Desde allí, puede visitarse todo lo imprescindible a pie. Para aprovechar el tiempo, tras un desayuno excelente en el hotel, salimos a la calle sobre las 8'30 h. Por Palermo pasaron pasaron fenicios, griegos, romanos, árabes, normandos y españoles, y su gastronomía juega un papel clave en el día a día de sus habitantes y cualquier esquina tiene su propia personalidad. Hay mucho que ver y bien merece unos días, pero si solo se tiene un día (como nosotros), hay que seleccionar un poco, si perder tiempo y sin dejar de ver unos imprescindibles. Nosotros ya habíamos visto Monreale y paseado por via Maqueda y visitado el teatro Massimo. Como las famosas catacumbas de los capuchinos estaban cerradas a causa del COVID, nos centramos en el centro histórico, que bien se puede visitar y recorrer a pie en un día.

Nuestra primer visita, muy cerca del hotel, fue la iglesia de Gesú, una de las más estimadas por los palermitanos. De estilo barroco, su interior es una explosión de mármoles, colores y ostentación decorativa. Tras la iglesia de Gesú, nos dirijimos a un imprescindible de Palermo: la iglesia Santa Maria dell'Ammiraglio, más conocida como la Martorana, en la Piazza Bellini. Cuando llegamos, estaban con misa, y tuvimos que esperar. Para hacer tiempo, paseamos hasta la Piazza Pretoria, con su espectacular fuente, que de día lucía diferente, y a eso de las 9'30, cuando abrían, visitamos la iglesia de San Cataldo, en la citada Piazza Bellini. Se trata de un templo católico del siglo XII, de estilo árabe-normando, y catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La iglesia está bajo la custodia de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén. En la actualidad no se dedica al culto. Nos encantó la sencillez de este templo, que en principio, no teníamos incluido en nuestra ruta. A continuación, ya pudimos entrar en la Martorana. ¡ Qué espectáculo ! La iglesia pertenece a la Eparquía de Piana degli Albanesi de la Iglesia católica italo-albanesa, una diócesis que incluye las comunidades albanesas en Sicilia que oficia la liturgia según el rito bizantino, en la lengua griega antigua. Esta visita no es solo interesante desde el punto de vista arquitectónico (contiene elementos bizantinos, normandos y barrocos) sino que además fue el lugar donde unas monjas crearon la famosa fruta Martorana (una especie de mazapanes con forma de frutas). Los mosaicos bizantinos son de una belleza estremecedora.

 

 

Así lucía la via Porta di Castro por la mañana

 

 

Interior de la sobrecargada (barroca) iglesia del Gesú

 

 

La monumental Fontana Pretoria, en la plaza del mismo nombre

 

 

Aspecto exterior de la iglesia de San Cataldo. Preciosa.

 

 

Anna en el interior de la iglesia de San Cataldo

 

 

Detalle de la torre de la iglesia de Santa Maria dell'Ammiraglio, conocida como la "Martorana"

 

 

Pero si su exterior es bello, su interior ya es el sumun. Faltan las palabras para definir su belleza.

 

 

Mosaico bizantino que representa la coronación de Ruggero II de Sicilia

 

 

El "Cristo en trono" de la cúpula, es de singular belleza

 

 

Ya sobre las 10 de la mañana, tocaba tomar el puso al Palermo callejero, al auténtico, y nada mejor que mezclarse con sus gentes en un mercado callejero. El más cercano a nuestro hotel, y también el más antiguo y de mayor tamaño, es el mercado de Ballarò. Este mercado se desenvuelve a lo largo de un eje de calles que arranca desde la Via Ballarò (que se cruza con la Via Casa Professa) y sigue serpenteando hacia la Via Birago, que desemboca muy cerca de la Porta Vicari y la estación de trenes. El área más antigua de Ballarò está en la Via Ballarò, o sea más hacia el interior del casco antiguo. Su acceso principal es desde la Via Casa Professa, que se cruza con la primera justo al principio del mercado. Todo un mundo de olores y de colores, se mezclan con los gritos de los vendedores, anunciando sus productos, y el bullicio de los compradores, que ni reparan en la presencia habitual de turistas. Los espacios son reducidos, y en cualquier momento, puedes toparte con una moto a toda velocidad pasando entre la gente. Palermo en toda regla... Junto a los puestos de fruta, verdura carne o pescado, es posible encontrar muktitud de lugares donde tapear, o incluso comer, a muy buen precio. Más fresco, imposible. Los sentidos se agudizan y uno no sabe dónde apuntar la cámara. Compramos unas aceitunas y unos pistachos (fruto seco emlemático de Sicilia), y me atrevo con el pani ca meusa (pan con bazo), todo un ejemplo de la tradición gastronómica siciliana del cibo di strada (comida callejera), precursora de la actual comida rápida. Este plato, tradición exclusiva de Palermo, consiste en un pan tierno (vastella), cubierto con un poco de sésamo, que se rellena con trozos de bazo y pulmón de ternera. En mi caso, lo probé sin pan ni nada, como los huomini veri. La verdad es que estaba muy rico, aunque la ración que me pusieron, era para al menos dos personas !

 

 

Anna en un instante de paz en el bullicioso mercado de Ballaró

 

 

 

Detalle de uno de los puestos de pescado, fresco y de calidad

 

 

En Ballaró abundan los puestos que ofrecen comida callejera, como este, con ingredientes no siempre del agrado de todo el mundo....

 

 

Aquí con mi ración de el pani ca meusa, pero sin pan. ¿Alguien gusta?

 

 

Tras la experiencia gastronómica, continuamos ruta hacia otro lugar imprescindible que ver en Palermo: el Palacio de los Normandos, cuya construcción se inició en el s. IX, y que está considerado como la residencia real más antigua de Europa. La entrada es cara (16'50 €), pero en su interior se puede apreciar una de las grandes joyas de la ciudad: la Capilla Palatina, una maravilla de mosaicos dorados bizantinos que te dejan con la boca abierta, de visita totalmente imprescindible. Desde 1947, este palacio alberga la Asamblea Regional Siciliana. Al igual que otros monumentos palermitanos, forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco.

 

Vista general panorámica de la Capilla Palatina

 

 

Detalle del pantocrátor. Impresionante

 

 

Otro aspecto de la capilla, con el "Cristo en Trono"

 

 

Otro aspecto de los laterales de la capilla. Mires donde mires, es espectacular. Estarías todo el día extasiado mirándo los mosaicos.

 

 

Anna en los jardines del Palacio de los Normandos, junto a un Ficus "gigante", y con la omnipresente piña siciliana, símbolo de la buena suerte

 

 

Salimos del Palacio de los Normandos, tras visitar sus jardines, y descansamos un poco en la Plaza de la Victoria, para continuar la ruta hasta la cercana iglesia de San Giovanni degli Eremiti. Los orígenes de la iglesia se remontan al siglo VI. Más tarde, después de la conquista islámica de Sicilia, fue convertida en mezquita, y con la llegada de los normandos fue devuelta a los católicos por Rogelio II de Sicilia, quien alrededor de 1136 la encomendó a los monjes benedictinos de Monte Vergine. De entre todos sus elementos arquitectónicos sobresalen sus brillantes cúpulas rojas, en las que se evidencia la permanencia de la cultura árabe en la isla en la época de su reconstrucción, en el siglo XII. Su campanario, en cambio, presenta características de la arquitectura gótica. La iglesia tiene una planta con forma de cruz latina, de tres naves y tres ábsides; y cada cuadrilátero posee sobre sí una cúpula, además, el presbiterio, que termina en un nicho, también tiene cúpula. El claustro, con un lujoso jardín, es la parte mejor conservada del antiguo monasterio, que se destaca por sus pequeñas columnas dobles decoradas con motivos vegetales en sus capiteles y que soportan arcos ojivales. También Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es de visita imprescindible.

 

Aspecto del exterior de la iglesia de San Giovanni degli Eremiti, con chumbera incluida

 

 

En el interior de la iglesia se conservan restos de frescos medievales, de gran interés

 

 

El precioso y tranquilo claustro de estatua de S. Giovanni degli Eremiti

 

 

Salimos de la iglesia para dirigirnos a través de la Plaza de la Independencia, a la Porta Nuova, inicio de la calle del Cassaro o de Vittorio Emanuele, verdadera arteria de la ciudad que en unos 2 km, lleva hasta a mar, en la Porta Felice. La Porta Nuova es un arco de triunfo que fue construido para celebrar la entrada triunfal en Palermo de Carlos I de España durante su paso por el Reino de Sicilia tras la Jornada de Túnez, en 1535. Su decoración es bellísima, con las estuatuas de los "moros derrotados". A 450 metros, de bajada, nos encontramos con el Duomo de Palermo. La catedral de Palermo, de fuerte estilo oriental debido principalmente a su patio interior lleno de palmeras, fue primeramente una basílica bizantina, sobre la que, en 1185, el arzobispo de Palermo mandó levantar un templo de planta basílical con tres ábsides. La catedral palermitana se ha ido reformando a lo largo del tiempo, con espléndidas mejoras, como el pórtico de 3 arcos, de influencia aragonesa. Tiene planta de cruz latina, con tres naves divididas por columnas. En el interior hay múltiples capillas, entre las que destacan la del Sacramento, por estar decorada con piedras preciosas y lapislázuli y la de Santa Rosalía, donde se encuentra la talla de la patrona de Palermo.

Tras la visita, algo rápida ya que se estaba preparando para la filmación de una película, fuimos a comer muy cerquita de la catedral, al ristorante La Galleria, uno de los mejores de nuestro viaje por Sicilia. Comimos en la terraza, en la callejuela Salita Ramírez. El servicio, más que atento y simpático, y la comida, impresionante, tanto la pasta artesana, como el pescado fresquísimo. Muy recomendable si visitáis Palermo.

Tras la comida, seguimos por la via Vittorio Emanuele hasta el mar, en la zona de la Porta Felice y el viejo puerto de Palermo, donde junto a yates y veleros, aún es posible ver barcas de pescadores locales. Regresamos por la Via del Cassari hasta la plaza Verdi, contemplamos de nuevo el Teatro Massimo, y bajamos por la via Maqueda hasta para a tomar una granita de almendra, y regresar al hotel a descansar, con la sensación de haber visitado lo más importante de Palermo. Tras descansar un rato, salimos a cenar una selección de antipasti siciliani, compuesto por varias clases de quesos y embutidos, y de regreso al hotel, que al día siguiente nos esperaba un día muy completo.

 

La espectacular Puerta Nueva de Palermo

 

 

Detalle de las estauas de los "moros" que decoran la Puerta Nueva

 

 

 

Vista exterior del Duomo de Palermo

 

 

La puerta principal, bajo el pórtico aragonés

 

 

Los Quattro Canti, lugar emblemático y de encuentro en Palermo

 

 

En la moderna Palermo, aún hay sitio para los pescadores tradicionales

 

 

Esta es otra de las caras de Palermo, aunque cada vez más minoritaria....

 

 

Otra imagen clásica de la capital siciliana

 

 

Miércoles 13 de octubre. Este día iba a ser también muy intenso y uno de los mejores de la ruta. Tras desayunar, salimos con el coche rumbo a Segesta, a unos 78 km de Palermo. Los orígenes de Segesta (Egesta originalmene en griego), son algo inciertos. Según la Eneida, de Virgilio, Segesta fue fundada conjuntamente entre el rey de aquel territorio, Acestes, y Eneas para acomodar a las mujeres que, hastiadas del mar, habían incendiado la flota de Eneas, y por todos aquellos que decidieron no continuar el viaje y deseaban ser gobernados por Acestes. La tumba de Anquises, padre de Eneas, se encontraría en Segesta. Se trata de una visita imprescindible en Sicilia, aunque solo sea para admirar su templo dórico, símbolo de la UNESCO. Además, ahora está de plena actualidad, ya que aparecerá en la quinta entrega de la saga de Indiana Jones, donde junto a Harrison Ford, aparecerán actores como Antonio Banderas o Mads Mikkelsen.

La visita la tienen "bien" organizada. En verano aquello debe de estar abarrotado. Por ello, te hacen aparcar (pagando) en una zona a unos 2 km, y tomar un bus (pagando) que te acerca a la entrada del complejo. De la entrada del recinto al teatro, solo hay 1,5 km, pero de fuerte subida. Dado que no tenemos mucho tiempo y el día que hace tampoco da ganas de andar, tomamos otro bus (pagando), que te lleva hasta escasos metros del teatro. Eso sí, la subida hasta el templo, corta pero muy empinada, no te la puedes saltar, aunque vale mucho la pena.

Como Anna tiene un tobillo algo "tocado", y mientras esperamos el bus para subir a la colina del teatro, subo hacia el templo. Es temprano y a penas hay nadie. Se trata de un templo dórico rodeado de columnas, con seis columnas en el frente, de finales del siglo V a. C. Es uno de los templos griegos mejor conservados. Nunca se le puso tejado, y sus columnas permanecieron en bruto, esperando ser estriadas.

Una vez visitado, bajo la colina que ya llega el bus que nos llevará al teatro, en una colina muy alta, desde donde se divisa un paisaje increíble. Muy bien conservado, como el templo, tenía una capacidad de unas 3.000 personas.

 

El imponente templo de Segesta

 

 

Panorámica del teatro de Segesta

 

 

Aquí me veis en el Teatro, que nunca salgo en las fotos ! ja, ja, ja

 

 

Vista del templo de Segesta desde la colina que sube al Teatro

 

 

 

Tras la visita a Segesta, sin perder más tiempo, nos dirijimos hacia el sur, donde a unos 60 km, nos esperaba otra de las visitas imprescindibles en Sicilia. He de decir que, en un principio, tras Segesta teníamos previsto ir hacia Corleone, pero al final, decidimos prescindir de esta visita, e intentar visitar en el mismo día Segesta y Selinunte. Al final, pudimos comprobar el gran acierto de nuestra decisión, ya que Selinunte nos gustó más todavía que Segesta. El sitio arqueológico, en el que destacan los restos de las fortificaciones y numerosos templos de orden dórico, se considera el más extenso de Italia y también de Europa.

A eso de las 12 h, estábamos en Selinunte. Una vez aparcado el coche (el parking es gratuito) hicimos la ruta a pie hacia la acrópolis, a la zona de los templos E y F. Los templos se han denominado por letras ya que se desconoce a ciencia cierta a qué divinidades estaban consagrados. El templo E es espectacular, y el mejor conservado de todo el yacimiento. Posiblemente fue dedicado a Hera. Además, el camino entre olivos, pinos, algarrobos y palmitos, con la mar al fondo, es precioso, y eso que el día apuntaba lluvia... El paseo nos condujo hasta el Museo Arqueológico, en la zona del Antiquarium Baglio Florio, y tras la visita, nos cayeron cuatro gotas que, por suerte, no fueron a más. Desde ahí, con unos vehículos tipo carritos de golf, nos llevaron hasta la zona de los templos A y O, con vistas al mar, al río Selinunte y a la vecina población de Triscina. El sitio es espectacular, y su visita al completo merecería todo un día entero.

Para nosotros, ya son casi las 14 h., estamos cansados y con hambre, y aún nos queda un trayecto muy grande por la tarde, así que cogemos de nuevo el cochecito de golf y salimos del complejo, para dirigirnos a la vecina Marinella, un agregado de unos 1000 habitantes que pertenece al municipio de Castelvetrano. En verano, como sitio costero, debe de estar muy animado, pero ahora, parecía casi deshabitado. Muy cerquita de la zona arqueológica, en una callejuela, entramos en la Trattoria Casa Mia, una gran sorpresa, ya que fue de las mejores comidas que hicimos en Sicilia. Un local sencillo, casero, sin ningún turista a la vista, y con un servicio familar y cercano, con productos locales de gran calidad y a un precio excelente. Mi pasta, busiate al pesto a la trappanese, estaba de muerte, y Anna pidió un plato de pescado frito del día, que estaba fresquísimo. Los postres, como siempre, increíbles. El canolo, brutal.

 

Aspecto general del Templo E, el más bello de Selinunte

 

 

Detalle de las columnas del Templo E

 

 

 

Sarcófago en la zona de la Torre di Polluce

 

 

El llamado Templo C

 

 

 

Vista del Templo C, entre la vegetación típicamente mediterránea de Selinunte

 

 

En las ruinas de Selinunte es fácil observar ejemplares de la lagartija italiana (Podarcis siculus)

 

 

Busiate con pesto alla trapanese, un plato típicamente siciliano. Delicioso.

Sus ingredientes son: ajo de Nubia (Paceco), tomate pizzutello de Paceco, aceite de D.O.P. de los valles de Trapani, sal I.G.P. de Trapani y Paceco, almendras Erice, D.O.P. de albahaca y pecorino, y pasta de trigo duro (busiate) .

 

 

Tras la reparadora comida, nos esperaba una larga ruta hacia el corazón de Sicilia. Si "El Padrino" había sido motivo de visita de algunos pueblos, ahora le tocaba el turno a "il Nuevo Cinema Paradiso", de Giuseppe Tornatore. Por ello, nuestro destino era el pueblecito de Palazzo Adriano. De Selinunte al pueblo, hay 75 km (más o menos, 1 hora y media), pero el pésimo estado de la carretera y la lluvia durante todo el camino, hizo que tardásemos algo más de dos horas. Por suerte, nada de tráfico, aunque no me extraña... En algunos baches podíamos haber dejado el coche... En todo caso, el paisaje que atravesamos, totalmente rural y poco poblado, fue increíble. Una vez en Palazzo Adriano, con ese día y en el mes de octubre, estábamos solos. Es decir, ni un turista a la vista. Aparcamos en la misma plaza central, escenario de gran parte de la famosa película, y en seguida nos llenamos de los recuerdos del filme. Aunque paraba un poco, como seguía lloviendo, nos refugiamos en la iglesia Madre Maria Santissima Assunta, muy bella, y en donde había un grupo de fieles, la mayoría, monjas, rezando el rosario. La escena era tan auténtica de lo que debe de ser la vida en esos pueblos aislados de Sicilia, que se convirtió en estremecedora. Salimos a la plaza y la lluvia nos dio un respiro, suficiente para poder admirar al otro lado la iglesia de Maria SS. del lume, así como la bella fuente que también aparecía en la película. Palazzo Adriano cuenta con unos 2000 habitantes, que básicamente se dedican a la agricultura y la ganadería, y pese a la "fama" ganada a causa de la película, conserva todo el encanto de los pueblos de interior, en donde parece que el tiempo se ha detenido. De repente, un anciano se nos acerca y nos pregunta (típico de los pueblos) de dónde somos, nuestros nombres, etc. Nos recuerda que el niño protagonista de la película, Salvatore Cascio, nació en este pueblo, y nos cuenta con orgullo que el director, Giuseppe Tornatore, cenó en su casa. Tras la conversación, regresa al café Re Umberto (solo hay hombres, ni una mujer), y nosotros aprovechamos para dar un corto paseo y tomar algo en el bar Barbata, donde se oye hablar en siciliano, y donde los hombres (no se ven mujeres) están tomando una especie de licor de hierbas casero. Nos gustaría quedarnos más, pero por delante tenemos nada más y nada menos que 94 km hasta nuestro próximo destino: Agrigento.

 

La preciosa plaza central de Palazzo Adriano

 

 

Interior de la iglesia de Maria Santissima Assunta (s. XVI); de rito bizantino

 

 

El retablo principal de la iglesia

 

 

La Fontana ottagonale di piazza Umberto I (s. XVII)

 

 

Una de las pintorescas callejuelas con soportal de Palazzo Adriano

 

 

Otro aspecto de la Plaza Umberto I

 

 

Mosaico de cerámica que recuerda, a la salida del pueblo, el evento de la filmación de la película "Nuovo Cinema Paradiso"

 

 

 

Tras dejar esta bella localidad, en un par de horas, llegamos a Agrigento, ya de noche. Muy cansados, nos dirijimos a nuestro B&B, a las afueras de la ciudad: la Dimora dei Templi. Está oscuro y no encontramos a nadie, además de que aún lloviznaba. Llamamos al interfono, y nada. Menos mal que teníamos el telefóno de Francesca, que nos da la clave para entrar y nos dice cual es nuestra habitación, y que las llaves están dentro. No hay ascensor, así que tenemos que subir la maleta a pulso.... Una vez en la habitación, vemos que está muy bien, y decidimos no dejarnos influir por el cansancio. Nos hubiera gustado poder cenar algo caliente cerca, pero la zona está muy oscura y no hay nada abierto, por lo que debemos coger de nuevo el coche e ir a la ciudad. Agrigento es una ciudad de algo más de 60 mil habitantes, y aunque es el centro de una comarca agrícola, su presente está unido al turismo, por la presencia en su término municipal de uno de los complejos arqueológicos más importantes del mundo. Por suerte, estamos en octubre y no hay mucho turismo, por lo que aparcamos en el centro y buscamos algún sitio para cenar. Como otros pueblos sicilianos, Agrigento está sobre una colina, con callejuelas estrechas y empinadas, repletas de escaleras, que decidimos no esplorar, que el día ha sido muy intenso. Nos habían recomendado el local Gusto'sì, pero es un sitio pequeño con mesas en la terraza, y el tiempo no acompaña, con lo que acabamos cenando en la Trattoria Manhattan, totalmente prescindible, pero no podíamos con nuestra alma. Regresamos al hotel y a dormir

 

Nuestra habitación en la Dimora dei Templi

 

 

Jueves 14 de octubre. Hoy tocaba visita del valle de los templos de Agrigento, uno de los lugares, como decía al principio de esta crónica, que todo viajero tendría que visitar en su vida. El tiempo no acompaña para nada. No llueve, pero hace frío y viento. Vamos con camisa de manga larga, jersey y anorak, y muchos ratos hasta con la capucha puesta. Quién diría que allí, el pasado agosto, se llegó a los 48 º C. En fin, aparcamos en la zona del Templo de Juno, pagamos la entrada, y nos disponemos a recorrer el valle. Agracante (su nombre griego) fue una de las colonias de la Magna Grecia más prósperas y famosas, hasta que en el s. III a. C. fue saqueada por romanos y cartagineses. Empezada a construir en el año 580 a. C., es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1998. La zona no es propiamente un valle, sino una colina, pero tradicionalmente se ha llamado así. Comprende una amplia zona sagrada en la parte sur de la antigua ciudad donde se construyeron, durante los siglos VI y V a. C., siete templos griegos monumentales hexástilos en estilo dórico. Actualmente excavados y en parte restaurados, constituyen parte de los edificios griegos más antiguos y mejor conservados fuera de la propia Grecia. Los templos mejor conservados son dos edificios muy parecidos, atribuidos tradicionalmente a las diosas Juno Lacinia y Concordia. Además de los templos greco-romanos, es muy interesante la necrópolis paleocristiana, la Villa Aurea o la Kolymbethra. También hay un museo arqueológico, pero que al final no visitamos porque estábamos exhaustos de la caminata, desde las 9'30 a las 12, casi sin parar.

 

 

El Templo de la Concordia o Templo F, uno de los templos griegos mejor conservados del Mundo

 

 

 

Detalle de la estatua de Icaro, del escultor polaco Igor Mitoraj, que da un aire aún más dramático al lugar donde se halla este fantástico templo

 

 

 

La zona de la necrópilis paleocristiana donde los primeros cristianos lo usaron como una catacumba, con tumbas extraídas de los acantilados y afloramientos rocosos.

 

 

 

El Templo de Eracles (Hércules) o Templo A (año 500 a. C.)

 

 

Anna pasando frío con la ciudad nueva de Agrigento al fondo

 

 

 

Ruínas de Templo de Zeus Olímpico o Templo B (año 480 a. C.)

 

 

Balcón de la Kolymbethra

 

 

Anna posando en la otra cara del Templo de la Concordia

 

 

El Templo de Hera Lacinia, conocido también como de Juno (año 460-450 a. C.)

 

 

Vista del Templo de la Concordia desde el Templo de Juno

 

 

Panorámica del Templo de Heracles, de gran belleza

 

 

Tras la visita, decidimos salir hacia nuestro próximo destino: Piazza Armerina, a unos 108 km, donde llegamos sobre las 14'30 h., algo tarde para comer, así que entramos en el primer sitio abierto cerca de donde aparcamos el coche, en la vía Roma: el restaurante Pizzeria Pepito. Nos llama la atención por el nombre y porque aún servían comidas a esa hora, pero nada más entrar, lo comprendemos. Giuseppe (Pepito), se casó con una malagueña, de ahí la decoración "española" del comedor, con posters de toros, o la sangría en su carta de bebidas. Nos atendió la hija, con un correcto castellano, y aunque no se trata de un restaurante de primer nivel, no comimos mal del todo.

Piazza Armerina es famosa, sobre todo, porque en sus inmediaciones se halla la villa romana del Casale, pero esto es ciertamente injusto, ya que esta población de estructura medieval, que está a unos 700 metros de altitud sobre el mar y cuenta con unos 21.000 habitantes, merece la pena de visitar por sí sola. Una vez comimos, como la lluvia había cesado, decidimos dar un paseo por sus intrincadas callejuelas hasta la Catedral. Eso sí, en estos pueblos sicilianos, las cuestas y las escaleras son de aúpa. El paseo te lleva por iglesias como la de Sta. Ana, o edificios como el Palazzo Trigona della Floresta e di San Cono, donde se ubica el museo de la ciudad. El pueblo está repleto de edificios antiguos, tanto civiles, como sobre todo religiosos. No en vano es conocido como el pueblo de las "cien iglesias". Una vez llegamos a la Plaza de la Catedral, nos encontramos con la sorpresa de que había una boda, y vemos llegar a la novia en un Ferrari testarossa y todo. Todos los familiares y amigos esperan de "punta en blanco", y asistimos como "invitados" a aplausos, rosas y algún lloro. La Catedral de Piazza Armerina, mezcla de estilos gótico, manierista y barroco, se empezó a construir en el s. XV. Está dedicada a Maria Santissima Delle Vittorie, y su campanario tiene una altura de 40 metros. Tras el paseo, tenemos que ir a nuestro alojamiento, a unos 14-15 km del pueblo. Toda la zona de Piazza Armerina está rodeada de cultivos, predominantemente vid, pero también olivos y chumberas. Son muy curiosas estas plantaciones de chumberas, que recuerdan a algunas zonas del norte de África. Al haber zonas de viñedo, existen varios alojamientos denominados de "agriturismo", parecido a lo que aquí llamamos "casas rurales". El nuestro era el Agriturismo Gigliotto. El sitio, no es feo. En absoluto. Pero al menos en octubre, no tiene nada que ver con lo que se ve en su web. Primero, que no había a penas nadie. La tienda de vinos, cerrada, y en el comedor, solo un matrimonio al cargo de la cosa. Preguntamos para poder cenar, y nos dicen que hay un menú fijo a 30 € por persona. Dudamos un poco, ya que elpueblo está lejos y estamos cansados, pero al final, decidimos ir a cenar fuera. La habitación no está mal, pero desde luego, si volvemos por esa zona, nos alojaríamos en el pueblo, sí o sí. Quizás ha sido la crisis, o el COVID, pero este sitio no es ni una sombra de lo que fue... Damos un paseo por los alrededores, y al anochecer, cogemos el coche y nos desplazamos hasta el pueblecito de San Cono, a 4 km del hotel, y cenamos en la Pizzeria O'Passiù, local algo ruidoso, con gente joven, pero cenamos unas pizza's muy buenas, en horno de leña (por supuesto !) y a muy buen precio. Regresamos al agriturismo, y a dormir.

 

 

Burrata con tomate, albahaca y aceite de oliva vírgen. Sencillez pero unida a gran calidad

 

 

Una de las callejuelas de Piazza Armerina

 

 

 

Enigmática estaua en la iglesia de Santa Ana (s. XVIII)

 

 

Al llegar a la Catdral de Piazza Armerina, mos topamos con una boda siciliana, con todo el espectáculo que conlleva.

 

 

Interior de la Basilica catedral de Maria Santissima delle Vittorie (s. XVII)

 

 

Vista panorámica de los alrededores del Agriturismo Gigliotto

 

 

 

Preciosa panorámica de la ciudad medieval de Piazza Armerina

 

 

Viernes 15 de octubre. Tras desayunar (muy mal) en Agriturismo Gigliotto, tocaba un plato fuerte de verdad. Como decíamos más arriba, este enclave siciliano es famoso en el mundo entero por albergar la Villa Romana del Casale, patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997, famosa sobre todo por la excepcional colección de mosaicos que alberga, perfectamente conservados a través del tiempo gracias a una capa de barro, producto de una inundación antigua. Para entrar, hay que reservar previamente, on line, y nosotros teniamos reserva para las 9 h., precisamente cuando abrían. El tiempo, gris y frío, no era muy agradable, pero podemos decir en voz alta que vimos los mosaicos prácticamente solos, lo cual es todo un lujo, comparándolo con la vorágine del turismo estival. Entre las ruínas de la Villa del Casale se individualizan cuatro núcleos diferentes, conectados entre sí: la entrada monumental o atrio; el cuerpo central de la villa, con jardín y estanque en el centro; el complejo del triclinium precedida de un peristilo ovoide circundado a su vez por un grupo de estancias; y el complejo termal, con un sistema de caldeamiento de los baños. Muchas de las estancias de la residencia presentan el pavimento decorado con mosaicos, formados por teselas coloreadas. Las diferencias estilísticas de los diversos habitáculos son evidentes, seguramente producto de la mano de diferentes artistas. Intentar relatar las sensaciones vividas, se hace difícil. Habíamos visitado otras villas romanas, muy bellas, como las de Palencia o Valladolid, pero esto era sencillamente espectacular. La hipótesis más acreditada actualmente identifica al propietario con una prestigiosa figura de la época de Constantino, Lucio Aradio Valerio Próculo Populonio, gobernador de Sicilia entre los años 327 y 331 y cónsul romano en el año 340. Las escenas de caza, de pesca o de circo, son impresionantes, aunque sus mosaicos más famosos son los conocidos como las "chicas en bikini" (fanciulle in bikini), que parece demostrar que esta prenda femenina tiene muchos más siglos de lo que se supone. En conclusión, una de las visitas imprescindibles en cualquier viaje a Sicilia.

 

 

Escenas de pesca

 

 

Uno de los mosaicos pavimentales del segundo cubículo

 

 

Los detalles de los mosaicos con increíbles

 

 

Zona donde se representan diversas escenas de Circo

 

 

Otro detalle en la zona de los mosaicos con motivos de caza

 

 

En el lado sur del peristilo, hallamos los famosos mosaicos de las "fanciulle in bikini" (chicas en bikini), que representa a unas mujeres realizando ejercicios y juegos atléticos.

 

 

Un detalle de los famosos mosacicos

 

 

Tras la visita, emprendemos camino hacia la ruta de las ciudades barrocas, y nuestro primer destino será Modica, a unos 111 km de Piazza Armerina. Modica es una ciudad de unos 55 mil habitantes, de la provincia de Ragusa, y forma parte de la denominada "ruta del barroco siciliano". A eso de las 11'30 h., ya estábamos aparcando en su arteria principal, el Corso Umberto I. Conforme la ciudad se fue desarrollando gradualmente quedó dividida en dos zonas: «Modica Alta» y «Modica Bassa». Su conjunto histórico es patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2002. Pero antes de visitarlo, entramo en una de las tiendas de la ciudad que venden el producto más famoso de Modica: el chocolate. El chocolate de Modica, producto italiano renombrado, tiene un origen antiquísimo que surge bajo la dominación española de Sicilia, cuando los españoles introdujeron el método de elaboración de los aztecas del antiguo México, un método que deja inalteradas las características del cacao, y que en la actualidad se sigue haciendo. El chocolate de Modica es de color negro oscuro con reflejos marrones. De consistencia granulosa, con granos de azúcar gruesos, y aroma de cacao tostado. Tradicionalmente se aromatizaba con canela o vainilla, pero en la actualidad puede encontrarse también a la guindilla, café, cítricos, anís, menta con almendras, a la pimienta blanca, al gengibre, o al omnipresente pistacho siciliano.

Una vez hechas las compras, visitamos la preciosa iglesia de San Pietro, en Modica Bassa, cuya fachada principal está coronada por un típico campanario barroco siciliano de 49 metros de alto. A la fachada se accede por una bella escalinata con las estatuas de los doce apóstoles. El interior también es de gran belleza.

Tras la visita, nos dirijimos hacia la Catedral de Módica o Duomo di San Giorgio. Está considerada a menudo como uno de los monumentos más emblemáticos del barroco siciliano, del que representa su arquitectura más escenográfica y monumental. Para llegar (a pie) hay que subir una empinada escalera, como sucede en muchos pueblos sicilianos. El edificio tal y como se presenta actualmente es el resultado de su reconstrucción entre los siglos XVII y XVIII, realizada tras los desastrosos terremotos que sufrió Módica en 1542, en 1613 y en 1693 (el más grave). La imponente fachada con forma de torre, que tiene una altura total de 62 metros. El interior de la iglesia tiene cinco naves y veintidós columnas coronadas por capiteles corintios. Está dedicado a los mártires San Jorge e Hipólito. Es de destacar el grandioso políptico colocado en el fondo de la pared absidial detrás del altar mayor, compuesto por diez tablas, pintadas al pintor manierista Bernardino Nigro (s. XVI).

El esfuerzo por la subida nos ha entrado hambre, por lo que bajamos de nuevo al Corso Umberto I, en donde se halla el restaurante Osteria dei Sapori Perduti, un sitio que, solo con el nombre, auguraba una experiencia culinaria interesante. Y nada más cerca de la realidad. Fue una de las mejores comidas de nuestro viaje siciliano. Para empezar, pedimos una arancine y una caponata, que aquí se sirve fría. Ambas cosas, deliciosas. De segundo yo pedí una pasta con il “macco”, unos tagliolini (pasta fresca), con un guiso hecho a base de habas secas, cebolla, hinojo silvestre fresco y pasta de tomate. Impresionante. De postre, una cassata siciliana para compartir. Delicioso. No tomamos café, porque más tarde nos tomaríamos un chocolate frío, a la taza, en la terraza del Ciokcafè. Buenísimo. Pero antes, hicimos otro paseo y una visita que, de habérnosla perdido, nos hubiera sabido mal. Me refiero a Iglesia rupestre de San Nicolò Inferiore, que presenta frescos sobre la roca, en estilo bizantino, del s. XII. Se trata de una caverna artificial, en pleno centro de la ciudad, que fue redescubierta en 1987, ya que había quedado abandonada.

 

Vista de la llamada Modica alta, desde el corso Umberto I

 

 

La fachada de la iglesia de San Pietro, con las estatuas de los 12 apóstoles alrededor de su escalinata

 

 

Interior de la iglesia de San Pietro

 

 

Desde la Modica Baja, si quiere accederse a la Modica Alta, sí o sí toca subir escaleras.....

 

 

La escalinata que da paso a la Catedral de Modica

 

 

Interior de la Catedral de Modica, en ese momento en parcial reconstrucción de la bóveda

 

 

 

Imagen de San Jorge, a quien está dedicada la Catedral de Modica

 

 

 

La fantástica caponata siciliana. En esta ocasión, fría.

 

 

 

La genial pasta con il “macco”, uno de los platos emblemáticos de la zona

 

 

La Antica Dolceria Bonajuto (1880), la fábrica de chocolate más antigua de Sicilia.

Visitándola, no hay duda de dónde se inspiraron los hermanos Roca para su chocolatería gerundense

 

 

Modica está llena de rincones espectaculares, como este

 

 

Aspecto general de la Iglesia rupestre de San Nicolò Inferiore

 

 

Los preciosos frescos de la Iglesia rupestre de San Nicolò Inferiore

 

 

Abandonamos Modica, que nos ha gustado mucho, y ponemos rumbo a Ragusa, a tan solo unos 17 km de Modica, y a eso de las 16.15 h, aparcamos en el parking gratuito de la Plaza de la República, y hacemos el check in en el precioso Hotel Itria Palace, un cuatro estrellas y uno de los mejores alojamientos de nuestro viaje, tanto por la atenta atención de su personal, como por la decoración y comodidad de la habitación, con unas vistas espectaculares de la ciudad. El desayuno se sirve en los bajos del hotel, en el establecimiento eXèFood bistro&retail, y la verdad es que fue delicioso. De hecho, la noche en que estuvimos alojados también cenamos allí de maravilla, con un trato familiar y unos productos de proximidad fabulosos. Un lugar para repetir.

Pero, hotel aparte, Ragusa es una ciudad imperdible en Sicilia. Capital de la provincia homónima, cuenta con unos 70 mil habitantes, y se halla construída sobre una colina, por lo que, una vez más en Sicilia, las cuestas y escaleras están aseguradas. Ciudad patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, gran parte de sus edificios barrocos datan de la reconstrucción posterior al fuerte terremoto de 1693. Aunque ha cambiado los últimos 20 años debido al turismo, muchos lugares de la ciudad se mantienen igual que hace dos siglos, ya que no se ha visto afectada por el turismo de masas. Uno puede sentirse en algunos puntos de la ciudad como si viviera en el siglo XVIII. La ciudad tiene dos partes distintas: Ragusa Ibla (más antigua) y Ragusa Superiore (más elevada). Las dos partes están separadas por el Valle de los Puentes. Uno de ellos, el Ponte dei Cappuccinni (s. XVIII) es particularmente bello.

En unos 800 metros desde el hotel, llegamos a la plaza de la Catedral, con sus tiendas, bares y restaurantes. Es particularmente bella y animada, a pesar de su fuerte desnivel. En esta zona de Ragusa Inferior o Ragusa Ibla, se haya la mayor parte de la arquitectura barroca de interés, como la catedral de San Giorgio, comenzada a construir a partir del año 1738 por el arquitecto Rosario Gagliardi, en sustitución del templo destruido por el terremoto de 1693, del que sólo queda un pórtico de estilo gótico aragonés. En el Corso XXV Aprile, al final de la plaza, destacan varios palacios de gran belleza. Tras el paseo, muy cansados ya del todo el día, decidimos regresar al hotel y cenar allí mismo.

 

Fachada de la catedral de San Giorgio

 

 

Interior de la catedral barroca

 

 

La empinada plaza de la catedral de Ragusa

 

 

Arco de la Via Maria Paterno' Arezzo

 

 

Una de las callejuelas típicas de Ragusa Ibla

 

 

Detalle de un balcón de uno de los palacios de la zona: el Palazzo Arezzo Donnafugata

 

 

Degustación de quesos sicilianos en el eXèFood bistro&retail, en los bajos del hotel Itria Palace

 

 

 

Preciosa panorámica de Ragusa al anochecer

 

 

Sábado 16 de octubre. Tras desayunar muy bien, retomamos la ruta hacia una de las ciudades más bellas de Sicilia: Noto, a unos 50 km de Ragusa. Tiene una población de unos 24.000 habitantes, y un término municipal de 550 km2, lo que representa el mayor de Sicilia y cuarto de toda Italia. En Noto hay que aparcar el coche y basta tan solo pasear por la calle (peatonal) de Vittorio Emanuele, de punta a punta. En esa ruta, podremos asmirar verdaderas joyas del barroco siciliano, como el Ayuntamiento, la catedral de San Nicolò, el Palazzo Nicolaci di Villadorata, la Chiesa del Santissimo Salvatore, la Chiesa di San Domenico y la Porta Reale. El conjunto, como no podría ser de otra manera, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2002. Nosotros empezamos el paso por la Porta Reale, arco de estilo neoclásico, y a partir de allí, los edificios monumentales se van alternando con bares, restaurantes, tiendas de todo tipo, etc., y que además, al ser un sábado, estaba especialmente concurrido, más de gentes locales que de turistas, en un ambiente muy acogedor. En el corso Vittorio Emanuele se halla el Café Sicilia, donde se dice que se sirve la mejor granita de la isla. La probamos, y estaba muy buena, pero me quedo con la del Bar Bam de Taormina...

Como nos sucedió en Piazza Armerina, también en Noto pillamos una boda en la Catedral. Esta vez, en lugar de Ferrari, la novia llegó en Rolls Royce. El espectáculo en la Piazza del Duomo estuvo asegurado. Además, las escalinatas de la catedral, estaban adornadas por las espectaculares estatuas del escultor polaco Igor Mitoraj, cuyo arte ya habíamos podido apreciar en la Villa Romana del Casale, en Piazza Armerina o en el Valle de los Templos de Agrigento.

A la hora de comer, los sitios que teníamos previstos estaban cerrados, por lo que entramos al tun-tun en la Trattoria Al Bucco. Sin estar mal, pero para no repetir.

 

La Porta Reale, acceso al "museo del barroco al aire libre· de Noto

 

 

 

La animada via de Vittorio Emanuele, con el café Sicilia en primer plano

 

 

La iglesia de San Francesco d'Assisi all'Immacolata

 

 

Fachada de la catedral de Noto, con las estatuas de Igor Nitoraj

 

 

Detalle de la fachada, con las estatuas del escultor polaco Igor Mitoraj en primer término

 

 

La novia y el padre, llegando a la Catedral

 

 

Interior de la Catdral de Noto, con boda incluída

 

 

Fachada del Palazzo Ducezio, sede del ayuntamiento de Noto

 

 

Anna en la escalinata de la Catedral. Al fondo, la iglesia de S. Carlo (s. XVIII)

 

 

Interior de una de las tiendas del corso Umberto I, con las famosas "testa di moro" sicilianas

 

 

Una de las tiendas del corso Umberto I, con preciosas telas y bordados italianos

 

 

 

Decoración de uno de los balcones del Palazzo Nicolaci di Villadorata. Cada balcón es una maravilla.

 

 

Fuera del corso Umberto I, hay lugares tan mágicos como este pórtico y callejuela

 

 

Arte callejero en la scalinata de Mariannina Coffa

 

 

Tras una granita de café y unas pastas en el Café Sicilia, regresamos al coche y nos dirijimos al mar, al pueblecito de Marzamemi, a unos 25 km de Noto. El paisaje nos recuerda un poco a La Camarga francesa, o a zonas de Valencia o del Delta del Ebro. Marzamemi es un puerto pesquero bañado por las aguas del mar Jónico. Como pasa habitualmente en algunos lugares de costa, si uno va -como nosotros- fuera de temporada de veraneo, no le va a ver "ninguna gracia". Eso sí, en verano, este pueblo de unos 500 habitantes, multiplica su población de turistas buscando sus playas y su producto estrella: el atún, sin olvidar el pez espada y los tomates de Pachino. Sin embargo, en octubre, para los que somos mediterráneos, es un pueblo de costa, sin más alicientes. Cerca de allí, se halla la reserva de Vindicari, una zona de refugio para las aves, con playas salvajes y poco concurridas. Nos acercamos hasta allí, pero no lo visitamos porque, para entrar, hay que pagar una entrada. Esto de tener qu epagar para ver Naturaleza, no lo acabamos de entender, por lo que tras un corto paseo hasta la taquilla, decidimos irnos, aunque sí pudimos observar un grupo de flamencos desde la lejanía.... Una vez en el coche, pusimos rumbo a Siracusa.

De Marzamemi a Siracusa hay unos 57 km, la mayoría de autopista. Cuando te vas acercando, ya se intuye que se trata de una de las ciudades importantes de Sicilia. La mayoría de los turistas (nosotros incluídos) se alojan enla isla de Ortigia. Ortigia fue la sede original de la ciudad de Siracusa, y según la tradición, fue fundada por Eneas en el año 734 a. C. Siracusa, famosa desde la época griega, hay en la actualidad unos 125 mil habitantes, y tanto su núcleo como la isla de Ortigia, conservan restos arqueológicos y artísiticos de primer nivel. Como curiosidad, decir que la temperatura más alta de Europa de 48,8 grados Celsius (119,8 °F) se registró el 11 de agosto de 2021 en esta ciudad. Por suerte, la temperatura en octubre era muy diferente, y una chaquetilla no sobraba para nada.

Nada más llegar a la zona de los puentes, descubrimos cómo está la cosa los fines de semana. Es sábado, aunque fuera de época turística alta, y ya es un follón de cuidado. Ni nos imaginamos cómo debe de ser aquello en pleno verano. Por supuesto, nuestro googlemaps, no sabe que, los fines de semana, el tráfico dentro de la isla de Ortigia está super restringido, y al llegar a los famosos puentes, hay vallas que impiden el paso. Damos una vuelta en redondo y pregunto a los Carabinnieri, que nos indican que podemos pasar hasta el hotel en Ortigia, pero que el personal del hotel tiene que poporcionarles la matrícula. Nessuno problema. Entramos y comprobamos que la gran mayoría de calles de Ortigia son peatonales, y que están bastante llena de turistas, tanto del resto de Italia, como de media europa. Nuestro hotel va a ser el Hotel Livingston, un 4 estrellas, en la via Niza, algo antiguo, pero con una situación envidiable, un servicio muy atento, y un desayuno delicioso en la parte alta del hotel, con unas vistas espectaculares sobre el mar y sobre la isla.

Nada más llegar, nos aconsejan que, siendo sábado, no toquemos el coche para nada, y mañana domingo, tampoco. Buen consejo, visto lo visto. El propio hotel nos pide las llaves y se encargan del coche. Una vez instalados, salimos a dar nuestro primer paseo por las calles de Ortigia al anochecer. En seguida nos damos cuenta que, si el viaje empezó de maravilla en Taormina, este final en Ortigia no iba a desmerecer en absoluto. Pasear por sus callejuelas medievales, poco iluminadas pero llenas de vida, donde se mezclan galerías de arte y boutiques de lujo, con bares, restaurantes y tiendas de souvenirs, y en donde todavía es posible encontrar pequeños establecimientos caseros, con productos locales. Como estamos cansados, entramos en la "Antica Giudecca", un local entrañable, con unos arancini de muerte, y también con unas empanadas increíbles. En un super cercano compramos unos yogures (nos dans cucharillas y todo), y para la habitación, a ver una película en italiano.

 

Aspecto exterior del Hotel Livingston, en el lungomare de Ortigia

 

 

El anochecer en la parte norte de la punta más estrecha de la isla de Ortigia, desde el paseo del lungomare

 

 

Las callejuelas de Ortigia son aún más bellas si cabe al anochecer

 

 

La fuente de Diana de noche, en la Plaza de Arquímedes, centro neurálgico de la isla de Ortigia

 

 

Domingo 17 de octubre. Tras el mejor desayuno de todo nuestro viaje, tanto por productos como por la fantástica vista desde la terraza del Hotel Livingston, nos acercamos a la Piazza Archimede para, además de ver de día la espectacular fuente de Diana, coger el Bus turístico. Por un precio de 5 € todo el día, hay una ruta que lleva desde el corazón de Ortigia, hasta la zona arqueológica de Siracusa, parando en las zonas más importantes. Desde Ortigia a la Neapolis, se tarda unos 50 minutos en este bus, pero por ese precio, vale la pena no tocar el coche. Tras pasar cerca del sepulcro de Sta. Lucía, nos hacen una parada de 5 minutos en el monumento a los caídos en África, desde donde se divisa gran parte de la costa siracusana. Más adelante, se pasa por la presunta tumba de Arquímedes, y en pocos metros, llegamos al parking de la Neápolis de Siracusa.

El Parque Arqueológico de Neapolis es una de las visitas obligadas en todo viaje a Sicilia. Esta "Ciudad Nueva" se desarrolló a partir del siglo III a. C. en una zona que anteriormente había sido ocupada por una necrópolis y por canteras. El tirano Hierón II hizo construir un complejo monumental —con un gran teatro como máximo exponente— para reafirmar su poder personal y el de Siracusa, tras la primera guerra púnica (264-241 a. C.). Nada más entrar, visitamos el anfiteatro romano, que data de la época imperial. Está parcialmente excavado en la roca. En el centro del área hay un espacio rectangular que fue usado para la maquinaria escénica. Este domingo lucía el Sol, y aunque sin llegar a las temperaturas de record del pasado verano, fue el día que más calor pasamos en Sicilia.

Tras visitar el anfiteatro romano, pasamo por el Altar de Hierón, y tomamos la ruta que lleva hacia las latomías, que son cuevas artificiales creadas para la explotación de las rocas calcáreas como canteras, que posteriormente fueron usadas como prisiones. Su fecha de excavación se ha situado alrededor del siglo V a. C. y se cree que estaría relacionada con la necesidad de piedra para la construcción del barrio de Neapolis. La mayor es la Latomia del Paraíso, situada en el sector occidental del recinto. En ella se encuentran cavidades notables como la «Grotta dei Cordari», la «Grotta del Salnitro» y la famosa Oreja de Dionisio. Tiene 23 m de alto y se extiende 65 metros dentro del acantilado. Horizontalmente, su forma es aproximadamente curva. Verticalmente, se estrecha en lo alto como una lágrima. Debido a su forma de oreja tiene una sensacional acústica, haciendo que incluso un pequeño sonido resuene en toda la cueva.

Seguimos camino y vamos hasta la estrella del Parque: el teatro griego. Este teatro destaca por la cávea, una de las más grandes construidas por los antiguos griegos: tiene 67 filas, divididas en 9 secciones con 8 pasillos. El edificio fue modificado por los romanos. Desde la parte alta, hay unas buenas vistas de Siracusa y del mar, por un lado, y de la Basílica Santuario de la Madonna delle Lacrime, otro de los símbolos de Siracusa.

Regresamos a la entrada y tomamos algo en el café de la entrada, para espera el bus que nos devolverá a Ortigia.

 

El monumento a los soldados caídos en el frente de África

 

 

Zona de la presunta tumba de Arquímedes

 

 

Anna en el anfiteatro romano de Siracusa

 

 

La famosa "oreja de Dionisio"

 

 

 

El espectacular Teatro griego. Al fondo, se divisa la cúpula de la iglesia de Nuestra Señora de la Lágrima

 

 

 

Vista panorámica del Teatro griego desde la óptica dels esccenario

 

 

Una vez de regreso para Ortigia, bajamos un poco antes, en el puerto de Siracusa, y cruzamos a pie el Puente Nuovo, para empezar a visitar esa parte de la isla, más alejada de nuestro hotel. En cualquier caso, Ortigia puede visitarse a pie pefectamente. Como es domingo y ya va siendo hora de comer, y no hemso reservado mesa, nos dirijimos a la Trattoria del Buongustaio, uno de los mejores restaurantes que visitamos en nuestro viaje. Con mucha suerte, pillamos la última mesa libre de la terraza, y aunque estaba muy lleno y el servicio se resintió un poco, la simpatía de su responsable hizo agradable la espera. Yo pedí unos fantásticos spaghetti alla Siracusana (espaguetis, anchoas, piñones, pasas y migas de pan tostadas y sazonadas), y Anna el pesce spada al "Buongustaio" (involtini de pez espada con verduras, berenjena y crema de pistacho). Absolutamente espectaculares ambos platos.

 

Spaghetti alla Siracusana, todo un manjar

 

 

Tras la comida, paseamos hasta el cercano edifico del Mercado Antiguo, y junto a él, las ruínas del Teatro de Apolo, del s. VI a. C. A continuación, siguiendo por sus entramadas callejuelas de estructura medieval, con edificios notables, llegamos hasta la Piazza del Duomo, con la catedral de Ortigia, la iglesia de Santa Lucia en la Bahía, y finalmente la Fuente de Aretusa y el mar Jónico.

Resaltar que antes, en la iglesia de Sta. Lucía, se hallaba la obra maestra de Caravaggio "la Sepultura de Santa Lucia", pero en la actualidad este cuadro se conserva en el edificio del Sepulcro de la Santa, en Siracusa.

La catedral de Siracusa, construida sobre la estructura de un templo de la Grecia clásica, fue reconstruida en el s. XVII tras el terremoto del año 1693 por Andrea Palma con una portada en estilo barroco tardío o rococó. Destaca la presencia de las enormes columnas del templo dórico preexistente que dotan a los alzados laterales de un equilibrio clásico.

Según la mitología griega, Aretusa era una ninfa a la que la diosa Artemisa convirtió en fuente para que escapase del acoso amoroso de Alfeo, hijo del dios Oceano. Sin embargo Aretusa refugiada con su nueva forma de fuente en la Ortigia no se imaginaba que Alfeo locamente enamorado tras transformarse en río, iba a discurrir hasta acabar fundiéndose en las aguas de Aretusa para lograr dar caza a su amada.

Entre visita y visita, tiempo para degustar un espectacular canolo, de los mejores del viaje, y hacer algunas compras. Después, regreso al hotel a descansar hasta la hora de cenar. Fuimos a un restaurante llamado Il Cortile di Archimede, pero el servicio fue nefasto, y la comida muy mediocre, así que no merece decir nada más.

 

Ruinas del Templo de Apolo, en el corazón de Ortigia

 

 

 

La via Dione, una de las callejuelas de la isla de Ortigia más tranquilas

 

 

Anna en la Plaza del Duomo de Siracusa, en Ortigia. Llena de vida y de gran belleza

 

 

Fachada de la iglesia de Sta. Lucía

 

 

Altar de Sta. Lucía, con pintura y reliquias de la Santa

 

 

 

Las columnas dóricas que se conservan en el interior de la Catedral siracusana, vestigios del templo griego anterior

 

 

La famosa fuente de Aretusa, con sus papiros

 

 

Una de las varias callejuelas de Ortigia, con bares, restaurantes y comercios

 

 

Los canoli auténticos nunca están ya hechos. Se rellenan de ricotta al momento.

 

 

Lunes 18 de octubre. Como todo lo bueno se acaba, hoy tocaba el regreso a casa... Pero antes, otro fantástico desayuno en el Hotel Livingston de Ortigia, cargar el coche, y rumbo a Catania, origen y final de nuestro periplo siciliano. Yo soy de los que aprovecha el viaje hasta el último segundo, así que, como hasta las 13 h no teníamos que devolver el coche, y que del centro de Catania al aerpuerto son solo 5 km, había que visitar la segunda ciudad de la isla. De Ortigia a Catania centro, son unos 66 km de autopista, y además el día despejado y claro, nos regala unas vistas del Etna espectaculares. Mejor colofón, imposible.

En una horita estamos aparcando junto al famoso mercado de la Pescheria de Catania. Esta ciudad, situada en la costa este de la isla, es la capital de la ciudad metropolitana que lleva su nombre, y que se acerca al millón 200 mil habitantes en todo su conjunto. Ha sido destruida siete veces por erupciones volcánicas y terremotos. Entre las últimas más catastróficas se recuerdan las de los años 1169 y 1693. Quizás por ello tenga ese carácter caótico, a veces sucio, pero por otro lado, es sede de la primera universidad de Sicilia, fundada en 1434 por Alfonso V de Aragón. Tras cruzar el parque Pacini, nos topamos de golpe con el mercato de la Pescheria, un lugar que me encantó, tanto o más que el mercato di Ballarò, de Palermo. No solo hay puestos de pescado, sino también de fruta, verdura, carnes, etc. El lugar, muy pintoresco, conserva los olores, los sabores y el jolgorio de los zocos árabes. Las subastas se hacen al aire libre y en presencia de compradores junto a curiosos y turistas. Todo un espectáculo.

Muy cerca de allí, llegamos a la Piazza del Duomo, centro neurálgico de la ciudad. En esta plaza, junto a edificios señoriales, como los de la Universidad, se halla el símbolo de la ciudad: u Liotru, o la Fontana dell'Elefante que fue construida en 1736 por Giovanni Battista Vaccarini. Es un manufactura de piedra de lava que retrata a un elefante coronado por un obelisco. La leyenda dice que el elefante original de Vaccarini era asexuado, lo que los hombres de Catania tomaron como un insulto a su virilidad. Para apaciguarlos, Vaccarini añadió testículos apropiadamente enormes a la estatua original.

La catedral de Catania, o Duomo di Santa Agueda, ha sido destruida y reconstruida varias veces debido a terremotos y a las erupciones del cercano volcán Etna. Originalmente del s. XI, se construyó sobre las ruinas de los antiguos baños termales romanos (aún pueden verse restos en su interior), por orden de Roger I de Sicilia, que había conquistado la ciudad. En 1169 fue casi totalmente destruida por un terremoto, dejando sólo la zona del ábside intacta, aunque el evento más catastrófico fue el terremoto de 1693, que a su vez lo dejó todo en ruinas. Fue reconstruida posteriormente en estilo barroco. Hoy en día, los rastros del original edificio normando son parte del crucero, las dos torres y los tres ábsides semicirculares, compuestos por grandes piedras de lava, la mayoría de ellos recuperados de los edificios romanos imperiales.

Tras la visita, recorrimos toda la vía Etnea, repleta de comercios y bares, muy animada, hasta la plaza Stesicoro, donde se hallan las ruínas del Anfiteatro Romano, del s. II d. C., y que en su día fue el segundo mayor del mundo, con una capacidad de 16.000 espectadores.

Regresamos por la misma calle, y vamos a visitar el Teatro Romano de Catania, también del s. II d. C., y el monumento antiguo más importante de la ciudad. Este teatro, enclavado en pleno centro de la ciudad, en la Plaza de San Francisco, tiene 80 metros aproximadamente de diámetro y ha mantenido la cávea, la zona de orquesta y algunas partes de la escena. Construido con la roca de lava del Etna, se decoró con mármol y estatuas (que desaparecieron en el siglo XI durante la construcción de la catedral católica). Es probable que la parte superior de la escalinata se rematase con una columnata similar a la del teatro de Taormina. Su capacidad era de unos 5000 espectadores. Cerca del teatro se hallan los restos del odeón, que también se remonta a la época romana. En los años 1970 se utilizaba para espectáculos en verano, pero finalmente fue abandonado. Actualmente está parcialmente abierto. El teatro, que no se encuentra en buenas condiciones de conservación y con pichera colombiana, está rodeado de edificaciones que dificultan su conservación y uso. A pesar de todo, vale mucho la pena la visita, que fue toda una sorpresa.

Tras el teatro, no me resistí a pasear de nuevo por el mercato de la pescheria, y aún tuvimos tiempo de tomar una bebida en uno de los bares de sus callejuelas. Yo tomé un chinotto, que es un refresco sin alcohol, realizado con chinotto (Citrus myrtifolia), que es un cítrico con una apariencia similar a la naranja pero con una forma más pequeña y aplanada y un sabor amargo y ácido que lo hace casi no comestible en crudo. Con su jugo, se elabora la bebida carbonatada del mismo nombre. El cultivo y la producción de chinotto en Italia concierne principalmente a la región de Sicilia.

 

Las berenjenas son un ingrediente importantísimo de varios platos sicilianos, como la pasta a la norma, la caponata o la parmigiana

 

 

El pez espada es otro de los alimentos preferidos de los sicilianos.

En la pescheria de Catania, los diferentes puestos de pescado se disputan el mostrar la pieza más imponente

 

 

 

En octubre, además de algunos crustáceos, el rey era el pescado azul

 

 

Cordero y cerdo son los protagonistas de este puesto del mercado, donde la casquería tiene mucha importancia

 

 

Aspecto general de la zona de la subasta del pescado. Han cambiado las ropas y las gentes, pero el método no ha variado en siglos....

 

 

 

Junto al mercado de la Pescheria, se hallan restaurantes y bares en callejuelas decoradas de esta manera tan vistosa

 

 

U Liotru o la Fontana dell'Elefante, símbolo de la ciudad

 

 

Fachada de la Catedral de Sta. Ágata

 

 

 

Anna en el interior de la Catedral de Catania

 

 

 

Ruinas de los antiguos baños termales romanos, sobre los que se construyó la Catedral

 

 

 

El anfiteatro romano, en pleno centro de la ciudad

 

 

 

Escaparate de una cafetería/pastelería de Catania, con canoli, casattina, casattelle, babà, frutas martoranas, y otras especialidades sicilianas

 

 

Pasadizo del Teatro romano de Catania

 

 

 

Vista general del Teatro Romano de Catania, casi engullido por la ciudad.

 

 

Un rincón de la Piazza Mazzini, en el cruce de la via Giuseppe Garibaldi con la via Auteri

 

 

Antes de ir al aeropuesrto, descansamos y tomamos una bebida en el mismo mercado de la Pescheria

 

 

Espárragos silvestres en octubre. Cosas del clima mediterráneo

 

 

 

A continuación, devolución del coche (sin incidencias) y trámites de embarque: greenpass, cola para embarcar, cola para pasar la seguridad y un retraso de casi dos horas, con la última comida en el propio aeropuerto: yo, el ultimo arancini, y Anna una pizza al taglio, un cafe machiatto, y para casa.

Sin duda este ha sido uno de los mejores viajes de nuestra vida, y nos hemos prometido regresar algun día....

 

 

Degustando los platos de La Galleria, junto al Duomo de Palermo

 

 

Hasta la próxima !!!

 

 

 

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