VIAJE A NORUEGA(del 25-08 al 8-09-2024) |
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Vista panorámica de un rincón del pueblecito de Sakrisøy, postal típica de las islas Lofoten
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En febrero de 2022 visitamos Tromsø, en el ártico Noruego, y ya desde entonces, teníamos en mente regresar a Noruega. Esta vez, iríamos a finales del verano, Anna y yo solos. Como Noruega es muy grande, la primera decisión fue a dónde ir. Teníamos unos 15 días, y al final, tras sopesar varias zonas, decidimos visitar Senja, Vesterhalen y las famosas islas Lofoten. Eso sí, antes de iniciar la ruta propiemanete dicha, queríamos visitar, aunque fuera someramente, su capital: Oslo.De nuevo en esta ocasión recurrimos a nuestro agente de viajes de confianza, Max Luria, de Viajes Gorongeti, para que nos organizase los vuelos, alquiler de coche y el alojamiento. Como siempre, todo genial. La compañía aérea escogida fue de nuevo Norwegian, tanto a la ida, como a la vuelta (vía Oslo).Para el coche, escogimos la cia Hertz., ya que la experiencia anterior en Tromsø fue muy buena. Los precios, como todo en Noruega, son muy caros, pero es lo que hay. Yo estoy acostumbrado a un coche alto, automático, por lo que el coche reservado fue un Toyota Corolla Cross, equipado con todos los adelantos actuales, y que se comportó de maravilla.
Nuestro coche durante el viaje
Antes de empezar la crónica en sí, cuatro cosas. En Noruega no hace falta ni siquiera cambiar a coronas. Todo se puede pagar con la tarjeta de crédito. Cuando fuimos nosotros, la corona equivalía a 0'086 €. Sale a cuenta negociar con tu banco que no te cobren comisión al pagar en coronas, o hacerse con una tarjeta tipo revolut. Se conduce siempre con las luces puestas. Conviene recordarlo porque los coches actuales suelen tener las luces automáticas, y solo se encienden al hacerse de noche o en los túneles. La mayoría de gente, habla inglés, pero puede ser de ayuda el google lens, o programas similares, sobre todo para los supermercados, porque todas las etiquetas están en noruego. Aunque estemos a finales de agosto y primeros de septiembre, aquello es el ártico. Las temperaturas en Oslo fueron de 15-19 º C, pero en Tromso, bajaban a los 10-11º C. Por ello, pasamos de golpe de los 30 y pico de Girona, a estar en pleno otoño-invierno. El tiempo en el norte de Noruega es casi impredecible. En un mismo día, puede hacer sol, lluvia, viento. Hay que mentalizarse y cruzar los dedos para tener suerte. Sobre todo por las noches, donde ya en esa época puede aparecer "la dama verde", la aurora boreal.Por otro lado, y relacionado con lo del tiempo, muchas de las fotografías seleccionadas en esta crónica, de las cerca de 2.000 que hicimos, hubieran sido diferentes si, en el momento de hacerlas, hubiéramos tenido otra luz. Pero es lo que hay. Muchos días nos pillaba en un sitio totalmente nublado, o incluso lloviznando, y a lo mejor al día siguiente, cuando ya nos íbamos, salía un sol impresionante. En cualquier caso, por muy bien que intentes hacer las fotos, no reflejan la preciosidad de los paisajes de esta parte del mundo, que nos ha robado el corazón. Ojalá volvamos algún día, que nos queda mucho por ver.Domingo 25 de agosto. Aunque es domingo, salimos con tiempo desde Girona hacia el aeropuerto del Prat de Llobregat. Como siempre, usamos los servicios de aparca & go, en su servicio premium, que te permite ir hasta la terminal, y ellos se encargan de llevarse el coche y traértelo a la vuelta. En esta ocasión, salimos y regresamos por la T2. Llegamos con tiempo de sobras y comimos un bocadillo. A eso de las 14 h. aterrizábamos en el aeropuerto de Oslo-Gardermoen. Una vez tenemos el equipaje, nos recoge un vehículo privado. Son unos 50 km hasta nuestro hotel, y como viajamos los dos solos, decidimos contratar este servicio, sin duda más caro que el tren, pero infinítamente más cómodo. En unos 40 minutos, nos dejan en nuestro hotel: el Thon Opera, un precioso hotel de 4 estrellas, con un desayuno fantástico, y una situación inmejorable, entre la estación de tren y la Ópera de Oslo. Aquí estaremos dos noches, por lo que tenemos la tarde del domingo, el lunes entero, y la mañana del martes.
Vista desde nuestra habitación en el hotel Thon Opera, con la moderna estación de tren a la derecha
Nada más dejar el equipaje, salimos a la calle para comer algo, ya que es un poco tarde para los horarios noruegos. Nada más salir, entramos un momento en la Biblioteca Pública Deichman, muy moderna e interesante para los amantes del diseño. Pero son casi las 16 h, y cruzamos a la plaza de Christian Frederiks, donde hay varios foodtruck. Nos decantamos por un hot-dog, que nos sabe a gloria. Seguimos camino y nos dirigimos a la plaza Jernbanetorget, con su famoso tigre. Hacemos la consabida cola para la foto. El ambiente es de domingo. Muchas familias, con niños, que se mezclan con turistas de todo el mundo.
Anna junto al famoso "Tigre de Oslo", de la artista Elena Engelsen, y que se ha convertido en un símbolo de la ciudad
Oslo es una ciudad de unos 700 mil habitantes, capital de Noruega, y conocida antaño como Kristiania. Se trata de una capital acogedora, fácilmente visitable, al menos, su casco antiguo y el centro de la ciudad. En esta época estival, hay mucha vida en la calle. No en vano, los noruegos tienen que aprovechar el buen tiempo que deja el corto verano. Hay diseño por doquier, destacando la zona de la Ópera y de Aker Brygge, con sus modernos edificios, restaurantes y centros comerciales. En Oslo mismo hay unas 40 islas, y el transporte en barco es tan habitual como el tranvía, el autobús o el Metro. En cualquier caso, se puede visitar todo andando, aunque uno de los días hicimos 15 km en total... Los comercios, restaurantes, etc., son muy atractivos, pero ¡ ojo ! Estamos en la 5a ciudad más cara del mundo. Aunque no es una capital comparable a París, Londres o Roma, Oslo tiene muchas cosas que ver, pero si te organizas bien, en 2-3 días, puede visitarse lo más importante.Como os decía, tras reponer fuerzas con el hot-dog, y tras la parada con el tigre, teniendo en cuenta que, al ser domingo, museos y comercios estaban cerrados, decidí dar a Anna una sorpresa, y llevarla a visitar un par de rincones al norte de la ciudad, a unos 2 km andando desde el hotel. Se trata de las calles Damstredet y Telthusbakken, que están justo debajo de la iglesia medieval Gamle Aker. Este lugar es uno de los pocos en el centro de Oslo con una construcción homogénea de casas de madera. En las encantadoras cuestas se ubican las casas de madera, todavía habitadas y bien conservadas, y que fueron construidas en los siglos XVIII y XIX. La tarde se ha puesto fantástica, con sol y una temperatura cercana a los 19 º C, que invitan al paseo.
Un rincón de la calle Damstredet, un remanso de paz en la capital noruega
Anna en la calle Telthusbakken, con sus casas de madera, en la empinada calle
Regresamos al centro, y nos dirigimos a la zona de la Opera de Oslo. Lo primero que nos llama la atención, es el gran número de gente que hay concentrada en la plaza. Nos acercamos y vemos gente bailando. Hay un grupo que está poniendo bachata, y la gente se lo está pasando pipa. Intentamos entrar en el vestíbulo de la Ópera (es gratuito), pero nos dicen que hay una representación en nada, y que lo sienten mucho. Salimos fuera y nos disponemos a escalr su famoso tejado. La Ópera de Oslo fue erigida frente al fiordo de Oslo, y es el centro de artes escénicas más importante de Noruega. Se inauguró en 2008 y fue diseñada por el estudio de arquitectura noruego Snøhetta, autor entre otros proyectos de la Bibliotheca Alexandrina de Alejandría, en Egipto. El conjunto, inspirado en un témpano emergiendo del mar, está íntegramente revestido con mármol de Carrara y cristal. El techo del edificio se inclina hacia el nivel del suelo, creando una gran plaza que invita a los visitantes a subir y disfrutar de las vistas panorámicas de Oslo. Cumplimos con la tradición, y desde arriba, pese al fuerte viento de mar, tenemos unas vistas espectaculares.
La impresionante Ópera de Oslo.
Desde el tejado de la Ópera, hay una preciosa vista del moderno Museo Munch, que al final, no pudimos visitar
Algo cansados, decidimos comprar algunas cosas para una cena ligera en la habitación. La ventaja de las capitales es que, aunque los precios noruegos sean caros, hay muchas alternativas low cost para los turistas. Predominan las tiendas 24 h, con bocadillos, pizza's y cosas así, pero también venden fruta, galletas, etc., y también tienen el skyr islandés, un producto lácteo muy nutritivo, que en realidad es un queso fresco, pero se come como un yogur. Los hay con arándanos, frambuesas, etc. Un rato de TV, y a dormir.Lunes 26 de agosto. Tras el reparador sueño, nos enfrentamos al primer desayuno en el Thon Opera. Alucinante. Todo muy fresco y buenísimo. Además de los consabidos huevos, bacon, salchichas, etc., hay fruta, panes de muchas clases, cereales, yogures, embutido, unas mermeladas buenísimas, y destacando especialmente el salmón ahumado (brutal !). Probamos el queso típico noruego: el brunost, con su típico color caramelo. Su mezcla de sabor, entre dulce y áspero, no nos acabó de convencer del todo, pero había que probarlo. Una vez bien desayunados, salimos a la calle para visitar Oslo en un día. Como los lunes hay algunos museos cerrados, dejamos la National Gallery para el martes por la mañana.Una vez en la calle, estamos a dos pasos de la plaza de Christian Frederiks, y tras saludar de nuevo al tigre, y antes de empezar, debemos resolver un problema grave. Resulta que me olvidé en casa el cargador de baterías de mi cámara. Imaginaos un viaje así sin poder recargar las baterías, y eso que llevo tres. Casi me da un ataque ! Pienso que, siendo una capital, no será fácil encontrar un cargador, pero la verdad, es que navegando por Internet, solo encontré dos tiendas que podrían tenerlo. Vamos a la primera, una especie de Fotoprix noruego, y por suerte, les queda un cargador para mi OM1. Aleluya ! Eso sí, me cuesta el triple del cargador chino que dejé en casa, pero los errores, se pagan (nunca mejor dicho).Solventado el problema, nos disponemos a recorrer la principal arteria de Oslo: la avenida Karl Johans, que va desde la plaza "del tigre", hasta el Palacio Real. La mayoría de atractivos turísticos se hallan en o en las inmediaciones de esta avenida, de 1'5 km de largo. Es peatonal, y en ella hay bares, restaurantes, comercios de todo tipo. Es una avenida muy concurrida y animada. Una cosa que llama la atención, es que si bien en la mayoría de los paises europeos, las tiendas cierran pronto, en Oslo, sin embargo, no abren hasta las 10, y por otro lado, los restaurantes, al menos, muchos de ellos, tienen abierto hasta las 11 o incluso las 12 de la noche.La primera visita que hicimos, fue la Oslo domkirke, o dicho de otra manera, la Catedral del Salvador. Se trata de un templo luterano, de la llamada Iglesia de Noruega. De estilo barroco y contruida en ladrillo, tiene una planta de cruz griega. Destaca su órgano y el palco real, reservado a los reyes de Noruega.Continuamos camino admirando sus elegantes edificios y comercios. Anna se para en algun escaparate de alguna joyería, y las chicas jóvenes de dirigen al Zara, como casi en todos los sitios en donde hay esta cadena española. Más adelante, pasamos por el edificio del Parlamento, la Universidad y el Teatro Nacional, con unos preciosos jardines y fuentes, y ya, a lo lejos, en una colina, se divisa el Palacio Real. Cerca de allí, está el Ayuntamiento de Oslo, que merece una visita.Anna en plena avenida Karl Johans, junto al edificio en donde se conerva el clásico anuncio de la chocolatería Freia, uno de los símbolos de Noruega. Uno de sus productos, la Freia Melkesjokolade, una barrita de chocolate con leche, ha sido la chocolatina más vendida en Noruega desde 1960.
Parte final de la avenida Karl Johans, con el Palacio Real al fondo
Anna frente al Palacio Real, del s. XIX, sede y residencia de la familia real noruega
Anna en el Ayuntamiento de Oslo Su arquitectura carcaterística, sus obras de arte y la celebración de la ceremonia del Premio Nobel de la Paz, lo convierten en uno de los edificios más emblemáticos de Oslo. De hecho, tuvimos que hacer cola para entrar, y pasar los controles de seguridad. La entrada es gratuita, y te permite admirar los enormes murales que adornar su atrio. Las pinturas realizdas por artistas noruegos, recogen momentos de la historia y cultura noruega, así como de la II Guerra Mundial.
Ya se acerca la hora de comer, al menos, la de los noruegos, y decidimos buscar un sitio para comer sentados como Dios manda. Lo de los "bocatas" está bien, pero tampoco como costumbre. Uno de los sitios que tenía apuntados, era el "Mamma Pizza". Si, ya se que el nombre es inequívoco, pero no creáis. Fue toda una sorpresa encontrar una osteria italiana de lo más auténtico, con encargado napolitano y todo. Como hemos desayunado fuerte, tomamos un solo plato: una pasta fresca buenísima y agua del grifo, que como en toda Noruega, además de gratuita, te la ofrecen aunque no la pidas. En ese plan, un plato completo en un restaurante de nivel medio, te sale por unos 25 €. Tras la comida, regresamos a la avendida Karl Johans, y vamos al hotel a descansar un poco, y sobre todo, a probar el cargador. Todo marcha !Una vez descansados, salimos de nuevo a la calle. Parece que la tarde será soleada, y en estas latitudes, hay que aprovechar. En esta ocasión, dejamos la Karl Johans y vamos por la calle Rådhusgata, hasta llegar a la zona de la plaza del Ayutamiento y el puerto, pasando por los jardines de la fortaleza de Akershus. Nuestro destino es el lugar de moda en Oslo: Aker Brygge. Este moderno barrio, construido tras la demolición de varios antiguos edificios industriales entre 1986 y 1998, está lleno de vida, con comercios, restaurantes, bares, galerías de arte, etc., y su paseo marítimo constituye uno de los lugares más populares de la ciudad, tanto para turistas como para los locales. Además del Ayuntamiento, allí se ubica el Palacio-museo del Premio Nobel de la Paz, y la Galería Nacional, la pinacoteca más importante del país.
La fortaleza de Akershus, desde el paseo marítimo de Aker Brygge Se trata de un complejo de edificaciones militares situado estratégicamente junto al fiordo de Oslo. Fue fundada en la Edad Media como un castillo real. En el siglo XVII fue modificado en estilo renacentista y rodeado de una fortaleza con bastiones. El complejo, de más de 700 años, ha sobrevivido a varios asedios, pero nunca ha sido conquistado por la fuerza por un ejército extranjero. Actualmente sirve como cuartel general, escuela de oficiales y espacio de alojamiento.
El Museo Nobel de Estocolmo abarca toda la historia de los premios, desde la vida de su creador Alfred Nobel, hasta objetos personales de algunos de los premiados más destacados. En la colección se exponen artículos de valor incalculable, como las herramientas de Marie Curie, una de las primeras muestras de penicilina de Fleming o una réplica del testamento de Nobel.
Uno de los aspectos que destacan en todo Oslo, es la cantidad de esculturas al aire libre de la ciudad. En este sentido, el paseo marítimo de Aker Brygge, no es una excepción. En la imagen, la escultura "Sun chair woman", del artista Leonardo Ross
Como en todo paseo marítimo, es fácil ver aves marinas, como esta gaviota argentea (Larus argentatus)
Anna en la zona de la Bryggetorget, con lujosos edificios de apartamentos y pisos, con canales para las lanchas y yates. Es una zona muy interesante para los amantes de la arquitectura y el diseño
Al fondo de la Bryggetorget, se halla esta colosal estatua de un cosmonauta, del artista Brendan Murphy
De regreso hacia el hotel, por la avenida Karl Johans, junto a la Catedral, en la Plaza del Pueblo, y junto a la estatua de Christian IV, nos encontramos con una banda de música que amenizaba el paso de los transeuntes. Algo muy típico de los países escandinavos en verano, aprovechando el buen tiempo.
Regresamos a la habitación de nuestro hotel, porque estamos reventados. Sin darnos casi cuenta, hemos andado unos 15 km en todo el día, así que toca tumbarse y hablar con la familia. Además, al día siguiente, aunque tenemos toda la mañana, tenemos que dejar la habitación y bajar las maletas a recepción, ya que a eso de las 14 h, nos recogen de nuevo para llevarnos al aeropuerto, destino Tromsø. A eso de las 20 h, salimos del hotel y vamos a cenar al cercano Barcode street food. Pese a su nombre, no está en la calle, sino en una especie de centro comercial pero solo de restaurantes. En él hay varios foodtruck, con platos japoneses, tailandeses, mexicanos, árabes y, por supuesto, noruegos. Aire desenfadado, informal, y mucha gente joven. No en vano, los precios son muy razonables, para ser Noruega. Nos decantamos por unos fish & chips, pero ya os digo que la experiencia no fue muy buena. No lo recomiendo, salvo que la alternativa sea un McDonalds o similar. Regresamos al hotel, y a dormir.
Lunes 26 de agosto. El lunes nos levantamos algo más pronto, aunque no demasiado, porque el Museo Nacional no abre hasta las 10 h. Pensamos en un inicio en ir andando, pero después de la paliza del día anterior, me bajo la aplicación del Ruter. Se trata de la compañía responsable del transporte público de Oslo y Akershus. Los autobuses urbanos y regionales, trenes locales, tranvías, ferries (salvo el de Bygdøy) y el metro, están incluidos en la sistema de precios y billetes de Ruter. Un viaje sencillo sale por casi 4 €. Si se va a usar mucho, vale la pena sacarse un abono, pero nosotros solo lo usamos esa mañana para ir al Museo, cogiendo un tranvía en la Plaza "del tigre". Tras el desayuno en el Thon Opera, de nuevo, impresionante, cogemos el tranvía 12, y en 15' nos deja en la puerta del Museo. Como llegamos un poco antes, aprovechamos para tomar el sol que brillaba esa mañana.El Museo Nacional de Oslo, no es solo una pinacoteca. De hecho, el museo tiene cuatro espacios de exposición: la Galería Nacional, el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo Nacional de Arquitectura y el Museo de Diseño y Artes Decorativas. Fundado en el año 2.003, es sobre todo conocido por su obra más destacada: El grito (.1893) de Edvard Munch. La colección de la Galería Nacional es la más extensa de Noruega y cuenta con más de 4.500 pinturas, cerca de 1.000 esculturas y varios miles de dibujos y grabados. El precio de la entrada es de 200 coronas (unos 17 €), pero merece mucho la pena. Se necesita un mínimo de 2 horas, para una visita rápida. Hay mucho autor noruego, como es lógico, pero también pueden admirarse obras de Van Gogh, Monet, Picasso, el Greco, Modigliani, etc. De las muchas obras, os pongo algunas de las que más me gustaron:
El grito (Skrik, 1893) de Edvard Munch
"El desayuno", de Gustav Wentzel
"Jesucristo despojado de sus vestiduras", de El Greco.
"Naturaleza muerta", de Pablo PIcasso
"Joven", de Amadeo Modigliani
Regresamos al hotel, y esperamos en el hall a nuestro chófer, que nos lleva al aeropuerto, donde tomaremos nuestro vuelo para Tromsø a las 17'10 h. Una vez en el aeropuerto, embarcamos maletas, nos dan las targetas de embarque, y comemos un bocadillo.A las 19'05 h, aterrizamos puntualmente en Tromsø. En seguida, nos damos cuenta de lo diferente que es aquello en agosto, de cuando estuvimos en febrero. Eso sí, recordamos bien su pequeño aeropuerto (con algunas mejoras), y las carreteras que, en 10-15 minutos, te llevan a la ciudad, tras atravesar los "famosos" puentes y túneles que te llevan al centro de la ciudad. Tras recoger el equipaje, vamos a la oficina de Hertz, y nos dan las llaves de nuestro "colega" en el resto del viaje: un Toyota Corolla Cross. Nada más entrar en el coche, ponemos todo a nuestro agrado, aunque no consigo quitar el menú principal en noruego. Eso sí, en seguida se "hace amigo" de mi Samsung S21, y puedo ver hasta mi whatsapp en la pantalla. Ponemos el googlemaps, y para el hotel. De nuevo, como la otra vez, escogimos el Scandic Ishavshotel, del que teníamos un buen recuerdo. La habitación, muy bien, con vistas fantásticas. El único fallo es que no nos acordamos de reservar una plaza de parking, y la chica de recepción nos dice que "full all de week". Así que, una de dos, o aparcamos en los parkings públicos que están a casi 2 km del centro, o a pagar en los que están al lado del hotel. Esto es Tromsø, y no son los 17-19º C de Oslo, sino 10-11º. Además, el cielo está muy tapado y empieza a lloviznar. Total, que me bajo la aplicación de Easy Park, super cómoda, y aparco a escasos metros. No os diré lo que te clavan, pero os lo podéis imaginar...Decidimos comprar unas cosas en el super, y cenamos en la habitación viendo la TV, ya que mi móvil se duplica en el aparato de la habitación, y podemos ver RTVE y TV3, y enterarnos de cómo van las cosas por casa.
Vista desde la ventana de nuestra habitación en el Scandic. En esa zona y en esa época, se hace de noche totalmente pasadas las 21 h., y a las 5 de la mañana empieza a clarear. Esa primera noche, no saldríamos a cazar auroras boreales. La previsión dice que el cielo estará tapado toda la noche...
Miércoles 28 de agosto. Este día lo teníamos reservado para, o bien, quedarnos en Tromsø, o bien realizar alguna excursión por los alrededores. Como en febrero de 2.022 habíamos visitado la ciudad, y a pesar de que al día siguiente teníamos una ruta larga, decidimos repetir la ruta de Tromsø a Sommarøy. Son unos 58 km de ida, y unos 74 km de vuelta, si se va por Nordfjordbotn, y se regresa por Mjelde, con lo que se visita toda la península de Kvaløya. No es Senja, ni las Lofoten, pero tiene unos paisajes increíbles. En invierno, nos llevó todo el día, pero en verano, en plan tranquilo, sin correr, se invierte la mitad del tiempo. A la ida, por el camino, decidimos desviarnos hacia Ersfjordbotn, para llegar hasta Tromvik, pasando por Grøtfjor. Era algo que tenía pendiente desde 2.022, ya que es una zona muy aislada, a penas poblada, de gran belleza, y con varias oportunidades de lugares donde poder observar la aurora boreal. Fue un gran acierto, ya que estuvimos todo el rato solos, y los paisajes descubiertos fueron de los que te quitan el hipo. Ya en esa ruta, puede ver la cantidad de setas y frutos silvestres que crecen en esa época de finales de agosto, llegando a la misma línea de la playa.Tras Tromvik, regresamos a la ruta principal, y llegamos hasta Sommarøy. Esta vez, evidentemente, no está nevado, pero nos pilla nublado y lloviendo. A ver si a la tercera lo vemos soleado, con ese espectacular color turquesa de sus aguas, más propio del Caribe. Una vez allí, un poco como "revival", decidimos comer en el restaurante de Anne-Grete Jensen, el Havfrua Kro (Posada de la Sirena), un pequeño local junto a la playa, donde sirven bocadillos, fish & chips, helados, café. Un verdadero refugio. Allí charlamos con un barcelonés que lleva 15 años por la zona, que nos dio algunos consejos sobre la mejor época para ver auroras. Tras la comida, regresamos a Tromsø vía Mjelde, y en el trayecto de vuelta, tenemos la suerte de ver un grupo de delfines en el fiordo, aunque algo lejanos, así como un grupo de renos cruzando la carretera.Ya en Tromsø, decidimos descansar y solo salimos para cenar en un restaurante asiático del puerto, que no estuvo más que "normal". De nuevo la lluvia y el cielo tapado, cortaron de raíz las expectativas de salir a cazar auroras.
Un cisne cantor (Cygnus cygnus). La mejor época para ver aves en Noruega, es en primavera. Ahora la mayoría han emigrado, pero siempre puede verse alguna especie residente
Precioso paisaje de los alrededores de Tromvik. Cualquiera diría que estamos junto al mar
Una playa solitaria en el Grotfjorden (Tromvik)
Ejemplar de ostrero (Haematopus ostralegus), en un jardin de Sommarøy
Paisaje de un rincón de Sommarøy, muy distinto al de febrero de 2.022, cubierto de nieve, pero sin sol. A ver si a la tercera vez, cuando volvamos, lo logramos
Aunque muy lejano, logré captar a este delfin (Lagenorhynchus albirostris) en la ruta de vuelta a Tromsø
Una pareja de machos de reno (Rangifer tarandus), peleando en el margen de la carretera
Jueves 29 de agosto. Hoy toca viaje largo. De Tromsø a Senja, son 227 km, unas 3 h y 1/2 sin paradas. Hay una ruta más corta, pero requiere de un ferry que sale precisamente de Brensholmen, al lado de Sommarøy. En todo caso, la ruta es preciosa, resiguiendo varios fiordos, contemplando montañas y bosques árticos. El camino se hace cómodo si se va sin prisas. Nuestro destino es la isla de Senja. Esta isla costera de Noruega, en tamaño la segunda mayor isla del país (sin contar Spitsbergen, en las Svalbard), cuanta a penas con 8.000 habitantes. Tenía muchas ganas de ir, porque algunos amigos me la habían recomendado, por la belleza de sus paisajes y conservar aún su aspecto salvaje. Sin duda alguna, no nos defraudó. De hecho, fue lo que más nos gustó de nuestro viaje. Entramos en Senja por el puente de Gisund, tras parar en la ciudad de Finnsnes, para comprar en un super cuatro cosas para comer de pic-nic. A la altura de Silsand, tomamos la carretera 861, para dirigirnos al pueblecito de Husøy, por la 862.Toda la ruta transcurre por lugares en los que apetece pararse a cada pocos metros. Increíble. La isla de Husøy, se halla en el fiordo Øyfjorden, al noroeste de Senja. Cuando llegas, desde lo alto de la montaña, te impresiona. De hecho, hasta hace relativamente poco, la isla estaba aislada, pero se decidió construir un puente para unirla al resto. Cuenta con a penas 275 habitantes, y se respira una tranquilidad asombrosa. A finales de agosto y, sobre todo, en septiembre, hay poco turismo, y prácticamente estamos solos. Aparcamos y paseamos hasta su pequeño y curioso faro, rodeado de un paisaje estremecedor.
La isla de Husøy, uno de los imprescindibles de Senja
Imagen del coqueto faro de Husøy
El puerto pesquero de Husøy
Seguimos camino y, como ya son las 14.30, paramos a comer en un paraje de ensueño, en un refugio de montaña junto al lago Storvatnet. Como hace un poco de viento, nos refugiamos dentro de la cabaña (estamos solos), y nos comemos unas chips, un bocadillo, un skyr y unas galletas. Doy un pequeño paseo, y todo esta lleno de setas, arándanos, etc. Una pasada. Un poco cansados ya por el largo viaje, seguimos camino hacia nuestro cuartel general en Senja, que será el hotel Mefjord Brygge, en el pueblecito pesquero de Mefjordvær, a unos 3,5 km de Senjahopen, pueblo algo mayor, en donde hay un supermercado, una estación de gasolina, y poco más. Realmente, en Mefjordvær, nos da la sensación de que estamos en uno de los rincones más aislados del mundanal ruido del mundo actual. De hecho, la carretera acaba allí. Solo se oyen los gritos de las gaviotas y el romper de las olas. Nuestro hotel, es una preciosidad. Nos acordamos de nuestro agente Max por habérnoslo sugerido. Hay apartamentos, con cocina, etc., pero nosotros tenemos una habitación muy coqueta. Veo en la recepción, donde nos atiende una chica argentina, que hay unas fotos de auroras para empezar a soñar. Miro la previsión, y es muy baja, pero el cielo parece despejado. Una vez instalados, damos un paseo por sus calles, su capilla y el puerto. No hay mucho que hacer, salvo descansar y quedarse maravillado con su entorno. Está situado a 69 º al norte del círculo polar ártico, y se vanagloria de tener 225 noches al año con auroras boreales. Tras el paseo, decidimos aparcar los pic-nic y cenar en su restaurante: el Salteriet, con una decoración rústica y marinera. Su carta es algo cara, como en todo Noruega, pero sus platos son excelentes y decidimos darnos el capricho y disfrutar un poco. Anna pide el salmón y yo el halibut, y todo está riquísimo. A eso de las 23.30 h., el cielo está despejado, y salimos a la calle a probar suerte. Esta vez, la "dama verde" no aparece, y regresamos a dormir.
Una serreta grande (Mergus merganser) junto con su prole, ya crecidita
Vista desde la cama de nuestra habitación en el Mefjord Brygge
Vista panorámica de Mefjordvær, un lugar alucinante.
Viernes 30 de agosto. Hoy nos levantamos no tan pronto y desayunamos en el Mefjord Brygge, como teníamos contratado. Tenemos dos días enteros para disfrutar de Senja. El desayuno, muy bueno, como en general en todo el viaje. El día amanece muy tapado, y decidimos hacer la ruta que va hasta Gryllefjord, en donde el domingo tenemos que coger un ferry que nos llevará hasta Andenes. Como está nublado, en lugar de ir parando a lo largo de esta ruta panorámica, decidimos llegar hasta el final, y hacer las paradas a la vuelta. Nos sale bien, porque a partir del mediodía, sale un sol fantástico.El tema del ferry nos tiene mosqueados, ya que a partir de 1 de septiembre, solo hay dos ferrys diarios, uno a las 11, y el otro a las 19 h. No hay reservas, por lo que si no entras en el de las 11, tienes que esperar 6 horas al siguiente, y en Gryllefjord, la verdad, no hay mucho que hacer. Llegamos sobre las 11.30 para curiosear cómo funciona, y vemos ya como 4 o 5 coches que no han cabido, y están allí esperando... Total, que ya me planteo estar allí el domingo, como muy tarde, a las 9 haciendo cola.La ruta es preciosa. Las altas montañas de pura roca, se mezclan con playas de aguas turquesas y bosques muy húmedos, básicamente de abedules. Se ven setas por doquier. Por el camino, hay sitios preciosos, como Hamm, con su precioso y lujoso hotel Hamm & Senja, o el lago Krokelvvatnet. Poco después de Hamm, pasado el parque infantil de los Troll, se encuentra la Finnsæter kirkegård, una coqueta iglesia y cementerio junto al mar. Delante de la iglesia de madera, hay una mesa de pic-nic en la que crecen setas incluso debajo. Qué mejor sitio para parar a comer.Vista de Gryllefjord desde el mar
Anna con el pic-nic preparado junto a la iglesia de Finnsæter
Mientras Anna prepara el pic-nic, hago algunas fotos de setas. Está todo lleno. El bosque ártico de abedules, tiene una capa de musgo que, al pisarlo, rezuma agua. Todo está lleno de arándanos azules y rojos. Una maravilla. Tras reponer fuerzas, seguimos camino, y nos dirigimos a uno de los puntos claves de Senja: el mirador de la plataforma Bergsbotn. Cuando llegamos, tenemos suerte y a penas hay nadie. Las vistas sobre las montañas y el fiordo Bergsfjord, quitan el hipo.
Por fin ha salido algo el sol, y Anna disfruta de lo lindo con las vistas desde la plataforma Bergsbotn, sin duda uno de los puntos icónicos de Senja
La vista desde la plataforma es una maravilla
La siguiente parada también iba a ser de lujo: Tungeneset, o el mirador de los Devil's Teeth (dientes del diablo). Aquí encontramos algo más de gente, pero sin ser nunca agobiante. Recorremos su plataforma de madera, y como la mar está tranquila, me adentro hasta el acantilado. Es muy difícil, por bien que hagas las fotos, captar toda la belleza del lugar.
Los Devil's Teeth desde el Tungeneset
Otro aspecto del precioso lugar
Muy cerca de allí, resguardada por los Dientes del Diablo, se halla la preciosa playa de Ersfjord. La tarde está maravillosa, e incluso algunos valientes se atreven a meterse en el agua. Paramos junto a varias motorhome y campers, y paseamos por la fina arena. A Anna, friolera de por sí, le da un "ataque" y decide meter los pies en el ártico...
Anna en la playa de Ersfjord
Se atrevió, aunque los gritos se oyeron en km a la redonda......
De regreso a nuestro hotel, disfrutamos de un precioso atardecer, con el pico Segla omnipresente, y como Anna se ha portado bien, se merece otra cena como Dios manda en el hotel. Esta vez, ella prueba el bacalao fresco, mientras que yo me paso al filete de reno, y hasta me permito el lujo de probar una cerveza noruega sin alcohol. Otra vez se nubla el cielo de noche, así que la aurora no aparecerá.
De regreso al hotel, en un islote, una colonia de cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo)
Frente al fiordo donde está nuestro hotel, tenemos esta impresionante vista del pico Segla Segla es la excursión más popular de Senja. Un empinado sendero asciende por la ladera sur de la montaña hasta la cima, a 639 metros sobre el nivel del mar. Pese a que nos consta por amigos que en la cima hay unas vistas maravillosas de Mefjord y las montañas circundantes, pensamos que es demasiado exigente para nosotros, y nos conformamos con verlo desde abajo.
Sábado 31 de agosto. Una vez desayunados, y muy bien, en el hotel, ponemos rumbo al Parque Nacional de Anderdalen. Lo tenemos a unos 70 km del hotel, y es la parte más salvaje de todo Senja. La verdad es que me costó un poco encontrar información acerca de cómo visitar este parque, pero al final, puedo deciros que fue una de las partes más satisfactorias de nuestro viaje. Quizás, no lo negaré, porque fue el día en que pude dedicarme a la Micología, mi principal afición. Tras un verano super seco por Girona, en el que a penas había podido ir al bosque, me encuentro centenares de setas de un montón de especies diferentes. Algunas, las conozco. Otras, o no las conozco, o solo de la bibliografía. Qué pena no poder contar con mi secadora y mi microscopio ! Pero es lo que hay.A la altura de Svanelvmoen, la "Pepi", que es como yo llamo a la voz femenina del googlemaps, me indica que gire por la carretera FV228. Le hago caso, y veo que se trata de una pista de tierra. Empezamos bien ! No tengo aquí mi Jeep Renegade, pero el Toyota se comporta. La pista, en realidad, es una especie de atajo que atraviesa algunas fincas agrícolas y ganaderas, y sobre todo unos bosques increíbles. Aquí, además de los omnipresentes abedules, ya se ven píceas (abetos rojos), y otros árboles. Quiero parar a cada instante, aunque evidentemente no conozco la zona. Paro al final en la entrada de un camino, y compruebo que lleva a una casa en la que no hay nadie. En menos de 50 metros, veo 30 o 40 especies de setas. Me pongo de los nervios. No llueve, pero hay mucha humedad. Anna decide quedarse en el coche, pero al poco la hago salir: mira qué ceps !!! Como buen gironí, no puedo dejar esos manjares ahí, y como llevamos unos tapper's y una bolsa de tela, recojo los ceps y los rossinyols, sanísimos, ya que en Lofoten, en un par de días, tedremos cocina en la cabaña.
Vista panorámica de una de las zonas del Parque Nacional de Anderdalen, con varias áreas lacustres
Cortinarius collinitus, una de las setas más bonitas que vimos.
Precioso grupo de Cantharellus cibarius, el rossinyol "auténtico", y seta más apreciada en Noruega
Aquí me veis disfrutando con mi triunfo. En ese bosque, estoy solo, sin competencia, y los ceps (Boletus edulis), son para mi !
A eso de las 14 h., reemprendemos la marcha, hasta encontrar la carretera asfaltada, la 860, que en pocos km nos lleva a una de las entradas al Parque Nacional de Anderdalen. Se trata del Trailhead Åndervatnet, que significa sendero "sin aliento". No se lo digo a Anna, por si acaso, y decidimos que ya es hora de comer. Como en toda la Noruega visitada, abundan las áreas de pic-nic. Eso sí, el pàrking es de pago, y aunque se ve poco turismo, salvo los locales, y no hay vigilancia, decidimos portarnos bien y pagar con el Easy Park.Mientras Anna prepara los bocatas, yo no puedo estar quieto. Hay setas por todos lados, y el suelo del bosque, está repleto de arándanos, que están riquísimos. Comemos, y decidimos andar un rato por su sendero perfectamente señalizado, hasta donde nos lleguen las fuerzas. Hay familias con niños, excursionistas, y el ambiente es muy relajado. Este Parque Nacional, fue creado en 1.970, y ampliado en el 2.004. Cuenta con cerca de 134 km2. Junto a los bosques de abedules y píceas, cuenta con una de las poblaciones más septentrionales de pino albar o pino rojo (Pinus sylvestris). Para los noruegos de esas latitudes, es una especie muy interesante, aunque aquí, en Girona, es una especie común. Entre la fauna, destacan los alces, los renos (semidomésticos), los zorros, las liebres y dos especies de musarañas. En la zona costera, en el mar, no es raro ver focas, y en los rios del parque, habitan las nutrias.Nuestro paseo, indudablemente, se hace más corto de lo pensado, ya que yo no paro de sacar mi equipo fotográfico para inmortalizar algunas de las setas que vamos viendo. De vez en cuando, algún noruego curioso se para a observarme, y a diferencia de por aquí, ninguno me hace la cláscica pregunta: ¿se come? Aquello es otro "nivel"...El paisaje del Parque Nacional de Anderdalen es muy bello
Equipado para la macrofotografía de hongos
El suelo del bosque se presenta tal que así... Grupo de Leccinum sp.
Domingo 1 de septiembre. Llegó el momento de partir de Senja. Maletas preparadas. Último desayuno en el hotel y hacemos el check out. Salimos pronto para llegar a Gryllefjord a las 9, para no tener problemas con el ferry. Durante la ruta, de 1 hora más o menos, a penas encontramos coches. Algo que si tenéis en cuenta los varios túneles de la isla, algunos de ellos oscuros y muy estrechos, es un alivio. Al llegar allí (dos horas antes), la fila 1 y la 2 ya están llenas, pero nos situamos en el 3er lugar de la fila 3. Está bien. Hay 6 filas. Ahora toca esperar. Hay una oficina con lavabos y unas mesas, y charlamos con una chica tinerfeña que acaba de llegar a Noruega. Llegada la hora (super puntual), atraca el ferry y los coches van bajando. El personal, uniformado, va indicando cómo deben entrar los vehículos. Aquí nadie se cuela. Te cobran de manera automática, con un dispositivo que lleva el coche. Sale a unos 16-17 € por persona, y el trayecto hasta Andenes, tarda 1 h 40'. Yo me subo a la cubierta superior, mientras Anna descansa dentro y aprovecha para ver un capítulo de "sus" series en el móvil. Fuera, hace frio y viento, pero me abrigo todo lo que puedo y, espero, poder ver algún cetáceo. No hay suerte, aunque sí puedo ver varias aves marinas.
Aspecto del interior del ferry, con nuestro Toyota azul encajonado
Tras llegar al puerto de Andenes, sacamos el coche y, como aún es pronto, salimos de excursión por gran parte de la isla de Andøya, de unos 85 km en total, yendo por la costa noroeste, y regresando a Andenes por la costa nordeste. En seguida nos damos cuenta de que Andoya es una zona mucho menos turística que Senja, que ya es decir. Poco tráfico, por no decir casi nulo, y paisajes de gran belleza, con montañas, praderas y playas solitarias.Andøya es la isla más septentrional del archipiélago de Vesterålen, perteneciente a la provincia de Nordland. La isla pertenece al municipio de Andøy, y cubre un área de 489 km². En el norte de la isla se halla Andenes, la localidad más septentrional de la provincia. Se encuentra unos 300 km por encima del círculo polar ártico y cuenta con a penas 3.000 habitantes.El mayor de los atractivos turísticos de Andenes son las salidas en barco para el avistamiento de ballenas, pero aparte de ello, se encuentra además el Centro Espacial Noruego y la base de lanzamiento de cohetes de Andøya.Durante la ruta, paramos en una zona de pic-nic a comer el resto de lo que teníamos comprado en el super.
La presencia de ovejas nos recuerda sin duda alguna a nuestro viaje por Islandia
La iglesia de madera de Dverberg (1.843), un tranquilo pueblo costero de unos 300 habitantes
Una vez de regreso en Andenes, nos dirigimos a nuestro hotel: el Thon Partner Hotel Andrikken, bien situado y con parking gratis ! Nos dan una habitación en el 4º piso, lo cual tendrá una gran importancia, por lo que contaré más tarde. En la recepción, hay café y galletas, y nos preparamos uno y descansamos un rato. Una vez repuestos del viaje, salimos a dar un paseo por el pueblo. No hay mucho que ver, la verdad. En esta parte del mundo, una vez estás en septiembre, aunque sea el día 1, parece que el verano se acabó. Como no hay a penas nadie, nos entra pereza y nos deplazamos en coche hasta la zona del "famoso" faro rojo, y disfrutamos de unas vistas preciosas. También aprovechamos para ver dónde está la oficina donde, a la mañana siguiente, saldremos a ver ballenas. Por último, buscamos un sitio para cenar. Hay mucha cosa cerrada, y al final encontramos un sitio abierto, el Andenes pizza, donde Anna se pide una pizza margarita, y yo me pido un kebab. Muy correcto.
El faro rojo de Andenes, ahora ya automatizado, lleva desde 1.859 guiando a los barcos balleneros con sus 40 metros de altura
La vista desde la base del faro es preciosa, y más aún al atardecer
Tras una puesta de sol maravillosa, regresamos al hotel, y mientras Anna prepara la ropa de la excursión en barco, y también acaba de colocar las maletas, yo miro la previsión meteorológica, y pinta muy bien: un poco de viento, pero no demasiado, y sobre todo, no se acercan tormentas.De repente, me doy cuenta de que el cielo está muy despejado. Son las 21 h y aún hay luz, y aunque la previsión de auroras da un KP2 (no muy alta), no pierdo las esperanzas. De hecho, en esta latitud, pueden verse auroras con un KP bajo, siempre que esté despejado y lo más oscuro posible. Con todo el optimismo del mundo, preparo mi trípode, la cámara y el gran angular. Repaso la configuración, y dejo el equipo montado junto a la ventana, sin correr cortinas ni cerrar persianas. Desde la cama, mi visión de la ventana da totalmente al cielo, y además está encarada al noroeste. Pongo el despertador a las 23'15 h, e intento dormir.El cansancio nos vence. Anna se queda dormida viendo una serie en el móvil, y a eso de las 21.45, ya estamos dormidos. A las 23'15 suena la alarma del móvil. Me levanto, me refresco la cara, y me pongo las gafas. Al estar en un 4º piso, y ser un pueblo pequeño y tranquilo, hay poca contaminación lumínica de las casas. El cielo está estrellado y totalmente despejado. Me fijo bien, y veo una nube blanquecina algo rara. Alargada, y como de consistencia de humo. Hago una prueba con el móvil, y.... BINGO ! Es una aurora !! Por fin mis ruegos han sido oídos.Como es verano, y las fundas nórdicas abrigan que no veas, voy en pijama de manga y pantalones cortos, y evidentemente, así no puedo salir a la calle. Entonces, se me ocurre una idea: voy a abrir la ventana, a ver si pudo poner el trípode sobre la cornisa. Me pongo un anorak sobre el pijama, y para no helarnos, enciendo un radiador eléctrico que está bajo la ventana misma. La ubicación es genial. Casi sin salir de la cama, gozando de este fantástico espectáculo. Durante una hora y media, no paro de hacer fotos a la "dama verde". Cambio algún encuadre, el ISO y el zoom, pero en general, encuentro la forma de captar este fenómeno increíblemente bello. No es una aurora de las más intensas, pero con la racha que llevábamos de cielos nocturnos nublados, para mi es un sueño hecho realidad. Desde el viaje a Islandia, que lo venía esperando.
La "dama verde" aparece sobre los tejados de las casas de Andenes
La aurora va cambiando de formas y extensión. Por momentos, parece desaparecer, pero en nada, vuelve a estar ahí
La espiral de la aurora parece surgir del interior mismo del mar
Las tonalidades verdes suben y bajan de intensidad. Aunque el sueño me presiona, no puedo dejar de mirar el cielo. Al final decido que ya está bien, porque a la mañana siguiente, me espera otro reto. En cualquier caso, el subidón de adrenalina hace que me cueste dormir. Inolvidable.
Lunes 2 de septiembre. Después de una noche tan intensa, nos esperaba otro lo de los puntos fuertes del viaje: la excursión en barco para ver cetáceos. Desayunamos en el hotel Thon, check out, y para el coche. Unos días antes, la compañía de la excursión nos avisó de que, en lugar de salir a las 11 h, se saldría a las 9 h., por lo que a las 8.30, estábamos en las oficinas de la empresa Whalesafari Andenes, en donde pudimos aparcar el coche a la sombra (aún llevábamos las setas recogidas en Senja). El cambio de hora nos fue bien, ya que la excursión dura entre 3 y 5 horas, dependiendo del estado de la mar y lo que se tarde en encontrar las ballenas, y después nos quedaba un largo camino hasta las Lofoten.Debo contaros un par de cosas sobre esta excursión. Cuando organizamos el viaje, nuestro agente Max nos sugirió dos opciones: la compañía Whale2sea, que utiliza embarcaciones tipo zodiac, para 12 personas, y tiene una duración de unas 2 h, o bien la que al final escogimos, que utiliza una embarcación grande. Desde casa, sin conocer el lugar, nos pareció que la opción de la zodiac era arriesgada, porque no podíamos saber con meses de antelación el estado de la mar, del tiempo, etc., y sobre todo Anna prefirió escoger el barco tradicional. Ya os adelanto que, a toro pasado, no hay duda alguna de que nos equivocamos, y tendríamos que haber escogido la zodiac, si de lo que se trata es de ver ballenas de verdad y de cerca.No diré abiertamente que la excursión de Whalesafari fuese una "estafa", pero sí que fue una gran decepción. En fin... A eso de las 8.45 h., una vez pasaron lista, una chica biológa muy simpática, dio una charla general sobre los cetáceos de la zona. En esa época estival, es muy difícil ver nada más que cachalotes (Physeter macrocephalus), y con suerte, alguna ballena jorobada aislada, pero en realidad, nuestro interés era ver cachalotes, ya que no los habíamos visto nunca. El grupo a embarcar era numeroso. Mucho turista alemán, algunos con niños pequeños, y 5 o 6 interesados, como yo, en la fotografía, tanto de aves como de cetáceos. Mi "veteranía" en salidas de este tipo, hizo que me colocase estratégicamente en primer lugar para subir al barco, y así pude colocarme en proa, junto a una señora inglesa que iba equipada como yo.Nada más salir, vimos a los de las zodiac (eran 2), que salían perfectamente equipados con anoraks, gorros e incluso gafas protectoras, de la empresa Whale2sea, y empecé a pensar en nuestro error al elegir la excursión. En todo caso, la ilusión por ver los cachalotes, hizo que no pensase más en ello. Fuimos navegando en dirección al profundo canal en donde suelen estar los cachalotes, durante unos 3/4 de hora. El día era muy bueno, soleado, pero con algo de mar de fondo, lo que provocó que unos cuántos de los "turistas" de a bordo, empezasen a marearse y vomitar. La falta de costumbre, y más con niños pequeños, hacía previsible el resultado.En un momento dado, a lo lejos, compruebo con mi zoom que las dos zodiac que habíamos visto salir del puerto, están paradas, y llego a ver perfectamente una cola de cachalote sumergiéndose a escasos metros de las embarcaciones. No hago ninguna foto, porque estamos lejísimos, y pienso que ya tendré ocasiones. De repente, la chica que va informando, dice por el micrófono que han visto un nutrido grupo de ballenas piloto (Globicephala melas), o calderones, y el barco vira hacia ese lugar. Pienso: bueno, ya regresaremos donde los cachalotes, y además, veo que las zodiac también se dirigen al lugar, como nosotros, y eso me tranquiliza.Llegamos al lugar y, durante una media hora larga, disfrutamos de los calderones, aunque el pasaje que llevamos, poco acostumbrado, se amontona a cada lado del barco, la mayoría con sus móviles, y como consecuencia del oleaje, hay más de una caída y empujón. Resignación. No puedo hacer nada. Anna está en popa, y va viendo el espectáculo desde allí. Una vez vistos los calderones, me preparo para lo de los cachalotes, pero me doy cuenta de que el capitán ha virado en rumbo hacia tierra. Mientras observo que las dos zodiac regresan a la zona de los cachalotes, empiezo a enfadarme, y Anna consigue hablar con una chica de la tripulación que es italiana, y esta le dice que "regresamos a puerto. Ya se han visto ballenas. Los cachalotes, hoy no toca (textual). Si tienen alguna queja, diganlo en la oficina. Hay gente mareada y la excursión de hoy ya está".Intento no cabrearme y mirar de disfrutar de lo que tengo. Por el camino fotografío aves marinas, y en el propio puerto de Andenes, vemos una águila de cola blanca. También nos soprende un cohete lanzado desde la estación espacial. En cualquier caso, aunque lejano, he visto un cachalote, pero eso sí: si alguien va por allí y quiere verlos de verdad, que coja la opción de las zodiac. Sin duda alguna !
Un fulmar (Fulmarus glacialis), pasa alrededor de nuestro barco
Una pareja de calderones (Globicephala melas)
Aquí puede observarse una de las zodiac, con los "turistas" bien equipados, cerca de los calderones
Parte del grupo de calderones que pudimos observar
Ejemplar de cormorán (Phalacrocorax carbo), a la entrada del puerto de Andenes
A la entrada del puerto de Andenes, nos recibe este ejemplar de águila de cola blanca (Haliaeetus albicilla)
Este fue nuestro barco en la excursión de Whalesafari Andenes
Tras desembarcar, vamos un momento al baño, y recogemos nuestro coche. Tenemos 211 km de carretera hasta nuestro proximo destino, en el que tendremos que invertir unas 3 horas. Hay una opción de ferry que acortaría un poco, pero preferimos no "jugárnosla" (ya hay pocos ferrys en septiembre), e ir conociendo otras zonas.Dejamos Andøya, con el recuerdo de sus paisajes, y sobre todo de la fantástica noche con la aurora boreal, y antes de llegar a las Lofoten, nuestro destino, paramos en una tranquila zona con mesas de pic-nic, a la altura del pueblecito de Breidvik. Hace un sol maravilloso, y hasta diría que un poco de calor. La mar siempre hace que te entre hambre, y a eso de las 13 h., preparamos unos bocatas con lo que aún nos queda del supermercado. Cerca de la zona, en una ensenada, llegamos a ver focas, aunque lejanas. Decidimos concluir que el día no ha sido "tan malo"
Un par de focas comunes (Phoca vitulina), en la ruta de la carretera 82, en Andøya.
A partir de aquí, largo camino hacia las Lofoten, donde nuestro próximo cuartel general, estará en el pueblo de Svolvær. De la ruta, paisajes muy bellos, aunque en esta época, hay muchos tramos de carretera en obras (han de aprovechar antes de que lleguen las nevadas), y se hace un poco pesado. Hacemos alguna parada para ir al baño y/o descansar, y a eso de las 16.45 h., estamos en Svolvær.Las Islas Lofoten son un archipiélago y distrito de Noruega, situado en la provincia de Nordland, por encima del círculo polar ártico, y son conocidas por su gran belleza. Se caracterizan por sus montañas y picos, isletas al abrigo de las aguas abiertas del océano, playas y grandes áreas vírgenes. Al igual que casi toda la costa noruega, su geografía se encuentra profundamente recortada por fiordos. Sus escarpados picos, llegan a casi 1.300 m de altitud sobre el mar. En las Islas Lofoten se puede asistir al fenómeno de la aurora boreal, sobre todo en invierno, cuando las horas nocturnas pueden llegar a ser de 20 por día. A pesar de la situación al norte del círculo polar ártico, las Lofoten tienen unas "anómalas" temperaturas suaves, incluso en invierno, debido a la corriente del Golfo. La principal actividad económica de las Lofoten, ha sido tradicionalmente la pesca del bacalao. Por todas las islas pueden verse los tradicionales secaderos de madera, donde se cuelgan al aire libre los pescados. En los últimos años, el turismo ha cobrado vital importancia, habiéndose multiplicado los alojamientos, hasta el punto de que el gobierno noruego, que antaño promocionaba el turismo, está empezando a dar marcha atrás, ante la avalancha de visitantes los meses de julio y agosto, teniendo en cuenta que las Lofoten, a penas cuentan con 25.000 habitantes.Como contaba más arriba, sobre las 16.45 h., llegábamos a nuestro alojamiento en Svolvær, donde estaríamos dos noches. Siguiendo la sugerencia de nuestro agente Max, nos alojamos en el Anker Brygge, en una rorbu suite. Un rorbu es una cabaña construida en madera, edificada sobre pilotes, directamente sobre las rocas. Habitualmente, los rorbu están pintados de color rojo con listones blancos en los lados y alrededor de puertas y ventanas. Aunque se encuentran en otros lugares del norte de Noruega, se hallan en especial en las islas Lofoten. Aparcamos nuestro coche y, en recepción, nos indican cuál será nuestro rorbu: el 221, Skipperstua, que significa: "casa del patrón". La cosa pinta bien. La chica nos indica que toda la cabaña es para nosotros dos, y que la parte de arriba (con más habitaciones), estará cerrada. Abrimos la puerta y.... una maravilla. Nuestra robur suite cuenta con 1 habitación con cama tamaño queen y baño privado, sala de estar bien amueblada, con wifi gratuito y TV de pantalla plana, una cocina pequeña con todo el equipamiento necesario, con microondas, cafetera, tetera y lavavajillas, así como artículos básicos gratuitos, como café, té y detergentes. Fuera de la rorbu hay una terraza amueblada en el muelle con magníficas vistas a las escarpadas montañas y al mar. La decoración, rústica y marinera, es de ensueño. Deshacemos un poco las maletas y, sobre todo, guárdamos las setas que llevamos frescas desde Senja, y que han llegado en perfecto estado. Hacemos unas fotos, y salimos a dar una vuelta a pie por Svolvær.Svolvær es, junto con Leknes, una de las poblaciones más importantes de las Lofoten. Con unos 5.000 habitantes, pertenece al muncipio de Vågan. En la actualidad, la industria pesquera del bacalao y el salmón, aunque importante, ha dado paso al turismo y el comercio. Habíamos leído que no era un pueblo excesivamente bello, o incluso que no merecía la pena pararse a verlo, pero a nosotros nos encantó. La belleza de nuestro alojamiento, tuvo influencia en ello, aparte de que cuando llegamos, hacía una tarde maravillosa. Incluso un poco de "calor" y todo. Damos un paseo por el puerto y sus calles principales, con su iglesia de madera, y aprovechamos para ver desde dónde saldremos a la mañana siguiente para nuestra excursión en barco. Tras el paseo, nos dirigimos al supermercado de la cadena KIWI, y allí compramos dos buenos filetes de ternera, una bolsa de ensalada preparada, algo de fruta y skyr. Regresamos a nuestra cabañita y tras descansar un poco viendo la puesta de sol, preparamos una cena de primera. Los filetes a la plancha, la ensalada, y los ceps y los rossinyols, salteados, cada uno por su lado. Por a penas 15 € por persona, tenemos una cena de lujo.
Este es el aspecto exterior de nuestro robur en el Anker Brygge
Esta fue nuestra coqueta habitación en la robur suite del Anker Brygge
Anna disfrutando del sol en la terraza de nuestro robur
Vista panorámica de Svolvær desde el mar
Y aquí tenéis nuestra guarnición de lujo para el filete de ternera: rossinyols y ceps
Martes 3 de septiembre. Esta mañana teníamos que estar en el puerto a las 9'45 h., para salir a las 10 de excursión. Pero antes, a pesar de que en el robur del Anker Brygge tenemos cocina, tenemos incluído el desayuno en el edificio de la recepción, y desayunamos de maravilla, donde incluso pudimos charlar con unos viajeros de Tarragona. Hasta entonces, muy pocos españoles habíamos encontrado en nuestro viaje.Tras el desayuno, cogemos ropa de abrigo para la excursión en barco. El día no amaneza lluvia, pero está tapado, y yendo a la mar, siempre hay que ir preparado. Nuestro destino es el famoso Trollfjord, o fiordo del Trol. Se trata de un pequeño fiordo de 2 km de longitud, en el municipio de Hadsel. Con su estrecha y montañosa entrada, el fiordo avanza hacia el oeste desde el estrecho de Raftsundet. Tiene un máximo de 800 m de anchura y las montañas que lo rodean tienen entre 600-1100 m de altura. Os podéis imaginar el contraste de los paisajes. El Trollfjord puede llegar a una profundidad de 72 m, en su punto más profundo. Hasta el 1960 había una cascada al final del fiordo que ahora se redirige hacia la energía hidroeléctrica. Además del paisaje, en el Trollfjord se pueden observar varias especies de aves marinas, destacando la gran cantidad de águilas de cola blanca.También en esta excursión, tras la experiencia de lo de las ballenas, nos entró la duda de si era mejor barco grande o zodiac. En esta caso, sin embargo, la opción que habíamos cogido, el Silent Cruise de la compañía Brim, fue de maravilla. Se trata de un barco híbrido eléctrico, moderno y silencioso. La excrusión dura unas 3 h y media, y cuesta unos 106 € por persona. La verdad, es que fue una maravilla de excursión, tanto por el barco en sí, como por los increíbles paisajes y la fauna que pudimos ver. Y eso que al principio estuvo muy, muy nublado, pero al regreso, salió un sol espectacular. Es muy difícil resumir todo lo visto en unas pocas fotos de las muchas que llegué a hacer, pero aquí os dejo una muestra:
El arco iris aparece poco antes del llegar al Trollfjord
El paisaje desde el barco es impresionante. En algunos rincones ocultos de las altas montañas, aún podía verse nieve
En las riberas del fiordo, se ven pequeñas zonas de pescadores, con las coloridas robur.
Ya en el Trollfjord, las escarpadas paredes rocosas casi tocan a nuestro barco
Cuando estábamos ya en el interior del Trollfjord, aparecieron varias águilas de cola blanca (Haliaeetus albicilla), para mi disfrute. No es del todo fácil fotografiar aves en vuelo desde un barco en movimiento, pero la tranquilidad de las aguas del fiordo, ayudaron bastante.
Aunque algo lejana, pude captar un ejemplar que acababa de pescar un pez
Estas potentes aves rapaces son de gran belleza
Este es el aspecto del fiordo del Trol cuando lo abandonábamos.
La luz lo es todo. En cuanto salió el sol, la cosa cambió radicalmente
Ya cerca de Svolvaer, avistamos un nuevo grupo de águilas de cola blanca (Haliaeetus albicilla), posadas sobre los islotes
Ejemplar de águila de cola blanca o pigargo europeo (Haliaeetus albicilla). Se trata de una ave de gran tamaño, alcanzando una longitud de 69 a 92 cm y una envergadura de alas de 200 a 245 cm. Las hembras son de mayor tamaño que los machos. Tiene alas amplias, una cabeza grande y un grueso pico "carnicero". Los adultos son principalmente de color marrón excepto por su cabeza y cogote más pálido, y poseen una distintiva cola blanca, su pico y patas son amarillos.
Secaderos de bacalao, a la entrada del puerto de Svolvaer
Una vez desembarcamos, ya son las 13 h., y nos disponemos a buscar un lugar para comer en el mismo puerto. Optamos por el Bacalao. Como su nombre sugiere, y aunque tienen de todo, pedimos un "fish & chips" que nada tiene que ver con el de Oslo. Este está muy rico, y nos sale por 24 € por persona, que no está mal. Damos un corto paseo, dejamos parte de ropa en el robur, y cogemos el coche para conocer los alrededores de Svolvær.Nuestro destino será el pueblecito de Henningsvær, a unos 25 km al sur de Svolvær. Henningsvær es un pueblo de pescadores del municipio de Vågan, con el que se haya conectado a través de unos puentes. El pueblo se encuentra principalmente en las islas de Heimøya y Hellandsøya. En a penas 0.3 km², cuenta con una población de unos 500 habitantes. Debido a su arquitectura tradicional de pueblo de pescadores, atrae a muchos turistas y fotógrafos, que buscan sobre todo fotografiar su Henningsvaer Fotballbanen (campo de fútbol), que consiguió fama mundial. La UEFA filmó en el campo y alrededores el vídeo "We Play Strong", con Liv Cooke. Ha sido considerado como uno de los estadios de fútbol más bonitos del mundo, al hallarse situado en una isla. No tiene gradas ya que solo tiene el espacio necesario para la cancha.
Vista general de Henningsvær desde la colina que da acceso al campo de fútbol
Las imágenes más espectaculares de este peculiar estadio, se consiguen desde el aire, con drones, pero el resto de los mortales, nos conformamos con esta vista. En los aledaños del campo, hay varios secaderos de bacalao.
Los alrededores de Henningsvær contienen lugares de gran belleza, con playas solitarias de aguas de color turquesa, repletas de islotes Seguimos ruta y regresamos hacia Svolvaer, para parar en la llamada "catedral de las Lofoten": la iglesia de Vågan. Está ubicada en el pueblo de Kabelvåg, en la isla de Austvågøya. Esta gran iglesia amarilla de madera fue construida en estilo cruciforme en 1.898, y tiene capacidad para unas 1.200 personas, lo que la convierte en el edificio de madera más grande del norte de Noruega, de ahí el apodo de catedral de Lofoten. Por desgracia, estaba cerrada, y solo pudimos visitarla por fuera.La iglesia de Vågan, conocida como "la catedral de las Lofoten"
Una vez de vuelta en Svolvær, y antes de regresar a nuestra cabaña, volvemos a parar en el supermercado KIWI para comprar algo para cenar, y también para comprar cosas para los dos días siguientes, ya que en nuestro nuevo destino, no nos entra ninguna comida, y tendremos también cocina. Compramos una pasta, una salsa de tomate y queso rallado, y con el resto de la ensalada que nos quedaba, la fruta y los yogures, ya tenemos cena. Nos damos cuenta de que el aceite de oliva que nos trajimos de Girona, fue demasiado poco, pero encontramos una botellita de aceite aromátizado con basilisco, que tampoco está tan cara, y la compramos. Esta noche anuncian cielos muy tapados, por lo que ni intento poner el despertador a media noche. Las auroras no se verán. Vemos una película y a dormir.
Miércoles 4 de septiembre. Nos levantamos sobre las 8, nos arreglamos, y a desayunar. El desayuno del Aker Brygge está muy bien. Como en todos los alojamientos del viaje, hay huevos, salchichas, bacon, fruta, cereales, faltásticas mermeladas, y varios tipos de pan. En el comedor hay un TV plano grande con imágenes de Svolvær, algunas de invierno, con todo nevado y las auroras danzando. Me entran ganas de volver ya, y eso que aún estoy allí. Hacemos el check out, empacamos el equipaje, y nos despedimos de Svolvær.Para este día tengo planeada una ruta total de 133 km (unas 2 h y 1/2, sin paradas), visitando alguno de los puntos principales de las Lofoten. El primer destino será la Isla de Gimsøya. Este lugar, de unos 46 km2, cuenta tan solo con unos 200 habitantes. Solo ese dato, me pareció de lo más atractivo. La parte sur y este de Gimsøya es montañosa. El punto más alto es el Bardstrandfjellet, de 767 m de altura. En el norte y el oeste, la isla es plana y pantanosa, y cuenta con grandes zonas protegidas relacionadas con la avifauna, como la "reserva natural de los pantanos de Gimsøya". A pesar de que ahora no era la época ideal para ver aves, la belleza y tranquilidad de Gimsøya nos cautivó. De hecho, fue uno de los lugares que más nos gustaron del viaje. Como un oasis de paz dentro de las turísticas Lofoten.
Una de las casas de la isla de Gimsøya, con los típicos tejados con musgo.
Anna en la preciosa y solitaria playa de Hovsvika
Detalle de la playa de Hovsvika, uno de los lugares más bellos de las islas Lofoten Seguimos ruta con dirección a Leknes, pasando por varios puentes, fiordos y lagos. A cada pocos km pararías en todos los sitios para hacer fotos. Una maravilla. Por cierto que, hablando de los puentes, además de su belleza arquitectónica, tenían una peculiariedad. Siempre que cruzábamos uno, el navegador se desconfiguraba, lo que provocaba nuestra "alarma" hasta conseguir conectar de nuevo, para saber dónde ir. Cuando se iba con mapas de papel, esto no pasaba... Seguimos avanzando, y paramos en el mirador de Torvdalshalsen, desde donde hay una vista espectacular, además de servicios.
Vista des del mirador de Torvdalshalsen
Bajando del mirador de Torvdalshalsen, a unos 4 km, se encuentra el Lofotr (Museo Vikingo). Habíamos leído en algunos foros que si era un lugar paar visitar solo si vas con niños, que si solo en días de lluvia que no puede hacerse otra cosa, etc. Son sobre las 11.30 h, y aunque se ven coches en su aparcamiento, tampoco está muy lleno. Decidimos probar ya que, además, se ha ido nublando y hace un poco de frío. La entrada vale unos 17 € al cambio. Se trata de un museo histórico desarrollado en torno a una reconstrucción y yacimiento arqueológico de un importante asentamiento vikingo y previkingo en la isla de Vestvågøya. Se encuentra en Borg, un pequeño pueblo del municipio de Vestvågøy. El museo es el fruto de una serie de excavaciones realizadas en el lugar en los años 80, y es una pieza clave en el estudio de las construcciones de la Edad del Hierro germánica. En 1.983 fue descubierta por arqueólogos la llamada "Casa del Cacique de Borg", una casa comunal vikinga de grandes dimensiones –la mayor estructura de la era vikinga noruega jamás descubierta–, que pudo haber sido erigida antes del año 500 d. C. El Museo Vikingo de Lofotr abrió sus puertas en 1.995, abarcando la reconstrucción completa de la casa comunal (la llamada Casa del Cacique), que servía de centro de la plaza, el taller del herrero, dos naves (réplicas completas del Barco de Gokstad en tamaño real) y sus cobertizos, y varias recreaciones históricas diseñadas para una experiencia más participativa del visitante y su inmersión en la vida de los habitantes del lugar en la era vikinga. En la actualidad el museo consta de un par de construcciones que alojan dos exhibiciones permanentes y una sala de proyección de material audiovisual que cuenta la historia de las excavaciones de Borg. Algunos de los objetos exhibidos se consideran de alto valor arqueológico y singularidad. La mayor parte del museo está al aire libre, con caminos señalados y un conjunto de experiencias, que incluyen la vista de la casa comunal y la zona entera desde una colina, abordando los barcos vikingos, visitando distintos sitios en el perímetro y participando en recreaciones.La verdad es que a nosotros nos encantó. Para el audivisual (una película sobre Eric el Rojo) y para el resto del museo, te proporcionan unos auriculares con explicaciones en varios idiomas, incluído el castellano. Nosotros no visitamos toda la zona al aire libre, ya que hacía bastante viento y, la verdad, no apetecía demasiado, pero el resto, muy interesante, incluída la tienda (tax free), donde hicimos algunas compras, y charlamos con una dependienta de Ciudad de México que lleva años viviendo en las Lofoten. Tan bien se estaba, que acabamos comiendo en su cafetería.
Vista general exterior de "la casa del cacique", con su típica forma de barco invertido
Detalle de una de las vitrinas del museo, con armas y herramientas originales de la època vikinga
En el interior de la estructura reconstruída, hay recreaciones de los talleres, como este textil
Nuestra comida en el Museo Vikingo. Buenísimo, tanto el salmón como el queso, y a un precio más que aceptable
Tras la comida, seguimos ruta hacia Leknes, a unos 14 km del Museo Vikingo. Leknes, junto con Svolvaer, es la ciudad más importante de las islas Lofoten, centro de comercio y comunicaciones. Cuenta con un aeropuerto, y tiene cerca de 4.000 habitantes. Como no está en la costa, no es que tenga mucho interés, aunque en sus alrededores hay varias lagunas con mucho valor para la avifauna de agua dulce. Hacemos una parada para comprar en un supermercado KIWI, para la cena, desayuno y comidas de los siguientes días. Compramos galletas, fruta, margarina, salmón fresco, chocolate noruego (Freia), y un producto fresco ya cocinado, el "bacalao spesial", que leemos que solo necesita calentar y sevir, mezclado con crema fresca, y decidimos probarlo.A la salida de Leknes, y aunque no es la época ideal, hacemos una pequeña parada para observar las aves, y seguimos hasta la cercana iglesia de Buksnes, a tan solo 5 km de Leknes. La Iglesia de Buksnes está a las afueras de la pequeña localidad de Gravdal. Es uno de los grandes ejemplos de la arquitectura dragestil (literalmente se traduciría como «estilo dragón»), un movimiento surgido en Noruega a finales del s. XIX y comienzos del XX. Como parte del nacionalismo noruego imperante en esas décadas, el estilo dragestil se inspiró en el arte y la arquitectura de los vikingos, así como de la Edad Media en los países nórdicos. Básicamente abogaba por recuperar el estilo de las iglesias de madera, así como de elementos habituales en los barcos, tales como serpientes o dragones (de ahí el nombre). Para muchos, es una de las iglesias más bellas de las islas Lofoten. Por desgracia, nuevamente, estaba cerrada, y solo pudimos verla por fuera
Un precioso ejemplar de cisne cantor (Cygnus cygnus), a las afueras de Leknes.
La curiosa y pintoresca iglesia de madera de Buksnes
Tras la visita de la iglesia de Buksnes, ponemos dirección al pueblo de Nusfjord, a unos 27 km. Para llegar a este pueblecito, hay que dejar la carretera E10, y recorrer una carretera secundaria de 6 km que acaba en el pueblo. Nusfjord es uno de los pueblos pesqueros más antiguos y mejor conservados de Noruega. Pertenece al municipio de Flakstad, y fue designado por la UNESCO en 1975 como proyecto piloto para preservar la arquitectura tradicional noruega. Actualmente Nusfjord no es un pueblo habitado permanentemente sino más bien un museo al aire libre. Todavía es posible alojarse en un rorbu tradicional. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz asentamientos que datan del siglo V. Fue uno de los primeros lugares donde se desarrolló el procesamiento del bacalao a escala industrial en la región de Nordland. Hay dos plantas procesadoras y cincuenta edificios históricos.
Aspecto del pueblo de Nusfjord, con sus típicas casas pintadas de ocre
Una cosa curiosa de Nusfjord, es su colonia de gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla) que anidan en sus edificios, ajenas al ajetreo de los turistas
Anna junto a algunos de los robur de Nusfjord, que no todos son ocres...
Vista panorámica del pueblo de Nusfjord
Continuamos ruta y la próxima parada será la iglesia de Flakstad, a unos 12 km de Nusfjord, regresando a la carretera E10. Se trata de un templo de madera, pintada en vivo color rojo, y para nosotros la más bella de las Lofoten. Situada en un lugar precioso, una vez más, fue una pena que estuviese cerrada. Aunque construida en el año 1.780, hay referencias de su existencia desde el s. XV. El templo ha sufrido diversas reparaciones y ampliaciones, debido a desastres naturales, y su cara actual, data del año 1.938. Tiene una capacidad para 300 personas, y en 1814 fue sede electoral para las votaciones para la asamblea que redactó la Constitución noruega.Muy cerca de la iglesia, se halla la playa de Skagsanden, muy famosa entre los amantes del surf por sus condiciones de oleaje casi permanente, y más allá, siguiendo la E10, nos encontramos con la playa de Ramberg, de extrema belleza. Son sobre las 18 h., y paramos porque hay una luz que bien merece una pausa.
La preciosa iglesia de Flakstad
Aspecto de la playa de Ramberg al atardecer
Tras la parada en la playa de Ramberg, en 22 km más hacia el sur, tenemos el que será nuestro nuevo cuartel general: el pueblo de Hamnøy. Es otro pequeño pueblo pesquero en el municipio de Moskenes, ubicado en una pequeña península en el lado este de la isla de Moskenesøya, a lo largo del Vestfjorden. Hamnøy anteriormente estaba conectado con Reine por ferry, pero en la actualidad hay diversos puentes de la ruta panorámica E10.Nuestro nuevo alojamiento durante dos noches va a ser el Reinefjorden Sjøhus. El lugar es de una belleza increíble. De hecho, Hamnøy es el pueblo de las Lofoten más fotografiado, el que aparece en todos los folletos y propagandas. La mayoría de gente busca el alojamiento más famoso, el Eliassen Rorbuer, pero nuestro agente Max, nos recomienda el Reinefjorden Sjøhus, y a toro pasado, fue todo un acierto.Nada más aparcar el coche, nos recibe una chica muy simpática llamada Ágata, que nos enseña nuestro estudio apartamento con vistas al mar, precisamente delante del Eliassen, y nos quedamos prendados, y Anna está super contenta. Se trata de un robur "moderno", o si queréis, un apartamento construído a semejanza de los robur clásicos. Dejando de lado la impresionante vista desde el gran ventanal del salón, el apartamento es moderno, bien decorado, con una cocina bien equipada, y sin TV. ¿Quién quiere un televisor con esas vistas? Nos sentamos en los sofàs para disfrutar de la puesta de Sol, y yo ya sueño con una noche despejada...Una vez empieza a oscurecer, decidimos cenar el "bacalao spesial" de la empresa Kaikanten, de Ballstad (islas Lofoten), que compramos en el supermercado, en Leknes. El producto, fresco, lleva bacalao, patatas, tomate, cebolla, aceite de oliva, aceitunas negras, jalapeños, ajo, azúcar, especias y sal. El bote de 1 kg sale a 15 € al cambio. Se suele comer calentándolo y añadiéndole una cucharada de crema fresca. La verdad es que estaba buenísimo !Tras la cena, preparo el trípode y la cámara por si acaso, aunque la previsión de auroras es baja y hay algunas nubes. A eso de las 23.45 h., suena la alarma del móvil, y doy un vistazo por la ventana. Está estrellado, pero no se ve aparentemente nada. No me resisto a intentarlo y me visto encima del pijama. Salgo fuera y hace, digamos, fresquito. Hago varios intentos y, aunque muy floja, ahí está la "dama verde"...
Aspecto exterior de la cabaña por su parte trasera
La preciosa vista desde nuestro apartamento
El plato de "bacalao spesial", una vez servido. Muy bueno, en su punto de sal.
La preciosa aurora, esta vez, algo tímida, desde la terraza de nuestro robur
Jueves 5 de septiembre. Nos levantamos sobre las 8 h., y preparamos el desayuno. Hoy teníamos un día intenso por delante. Bueno, la verdad, es que cada día del viaje lo fue. Está bastante nublado, por lo que decidimos explorar el sur de las islas Lofoten, empezando por su pueblo más al sur, último a donde llega la carretera panorámica E10. Es una ruta de a penas 14 km, pero que pasa por lugares de increíble belleza, con pueblecitos encantadores.No voy a pasar por alto que se nota el aumento del turismo. Comparado con la Costa Brava, diríamos que no hay mucha gente. De hecho, en septiembre baja mucho la cosa, pero nos imaginamos cómo debe ser en julio y agosto. Sí se ven todavía motorhomes y campers, pero también vemos alojamientos que ya han cerrado, en espera de que llegue la temporada alta de las auroras, en invierno.Nuestra primera parada, será el pueblo de Å. Este pequeño pueblo de pescadores, tiene el record de ser el pueblo con el nombre oficial más corto del mundo. Å se pronuncia "o", y significa arroyo o riachuelo. Cuenta con poco más de 60 habitantes, y hoy en día se ha convertido en una meca del turismo, por sus paisajes, acantilados, y un casco antiguo de lo más coqueto. Pertenece al municipio de Moskenes, y ya os adelanto que fue el pueblo de las islas Lofoten que más nos gustó, por encima de otros más famosos: como Reine o Nusfjord.Lo primero que hicimos es llegar hasta donde muere la carretera E10. Una vez pasado el túnel, hay un parking gratuito, desde donde, o bien se baja al pueblo, o bien se coge un sendero que lleva hasta los acantilados que dan a la bahía de Andstabbvika. Escogemos esta opción, y la corta caminata nos lleva a un lugar espectacular. Las vistas son impresionantes. La dureza de las rocas contra el mar de Noruega. Naturaleza en estado puro. En una zona del acantilado, hay una nutrida colonia de gaviota tridáctila, así como una menor de cormorán grande. Allá que me voy yo, saltando entre las rocas, mientras Anna se queda en la parte alta. Como en otras zonas de las Lofoten o Senja, el bosque mismo llega hasta la mar, y veo algunas setas entre las rocas, bajo algún abedul que resiste los vientos.
Anna en el fantástico entorno de los acantilados de Å
La colonia de gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla)
Grupo de cormoranes comunes (Phalacrocorax carbo) en el acantilado
La impresionante vista desde este punto de la bahía de Andstabbvika, permite ver las últimas estribaciones de las islas Lofoten, a donde solo puede llegarse en barco. Ya no hay más caminos ni carreteras....
Tras la caminata, cogemos el coche y nos dirigimos a ver el Museo del Tørrfisk, en el mismo pueblo de Å. Estamos solo a 5 de septiembre, pero el museo ya está cerrado. Como tenemos el coche bien aparcado, hacemos la ruta por el pueblo desde allí. El tørrfisk es el pescado seco, mayoritariamente bacalao, y que hasta los años 90, constituyó la principal fuente económica de las islas Lofoten. El pescado, una vez limpio, se seca al aire libre, sin salar, colgándolo en los hjell, bastidores de madera construidos al efecto.En seguida nos damos cuenta al pasear por sus calles de la tranquilidad y belleza de este pueblecito, con sus robur de color rojo, sus casas señoriales del s. XIX, algunas de ellas, algo "decadentes", lo que le da sin embargo un cierto encanto. Hay un lugar que nos llama la atención. Me refiero a la panadería de Å, conocida como Gammelgården (la casa vieja). Construida en 1.844 y reconstruida después de un incendio en 1.888, esta panadería ha sido declarada monumento histórico. En su planta baja, funciona durante el verano como un local de demostración donde se puede observar cómo se elaboraba el pan en el pasado, y en donde se pueden comprar panes frescos y bollos de canela, y hasta tomar un café allí mismo. Por supuesto, compramos un par de bollos que guardamos para nuestro apartamento, pero el chico que atiende, nos regala uno que dice que se le ha quemado un poco por la base. Salimos fuera y, tras quitarle un poco esa parte, no podemos resistirnos a probarlo. Está de muerte !! Seguimos el tranquilo paseo, haciendo unas cuántas fotos.
Muchos de los robur de Å, han sido acondicionados como alojamientos turísticos
Detalle de una ventana de una de las casas antiguas de Å
Anna a la entrada de la panadería de Å
El interior de la panadería, con los bollos de canela en primer término
El bollo de canela me ha dejado con hambre y..... ja, ja, ja
El pueblo de Sakrisøy, de camino hacia Hamnøy
Son cerca de las 13 h., y decidimos regresar a nuestro apartamento para comer, y continuar las visitas por la tarde. De hecho, todo está muy cerca y tenemos tiempo para ello. Al regresar, ha salido el sol, y Hamnøy está precioso. Tenemos un salmón fresco que nos comemos a la plancha, con unas patatas chips y una ensalada.
Nuestro alojamiento en el Reinefjorden Sjøhus. Nuestro apartamento era el primero a la derecha de la foto
Sobre estas montañas divisé la aurora boreal la noche anterior
Esta es la vista que se veía desde el salón de nuestro apartamento
Una vez comidos y descansados, salimos de nuevo a la carretera E10, para visitar el pueblo de Reine, a menos de 6 km de nuestro alojamiento. Reine es el centro administrativo de la provincia de Moskenes. Aunque es algo mayor que los pueblos de alrededor, cuenta tan solo con unos 300 habitantes. Siempre fue un centro comercial y pesquero, desde el s. XVIII. En diciembre de 1.941, los alemanes quemaron parte de Reine en represalia por un ataque a las islas Lofoten por parte de las tropas británicas. A finales de los años 70, Allers, el semanario de mayor tirada de Noruega, eligió a Reine como el pueblo más bonito de Noruega. Una fotografía de Reine tomada desde el monte Reinebringen, de 448 m. de altitud, ha sido utilizada en la portada de varios folletos y libros turísticos. Para nosotros, no es, al menos en la actualidad, el pueblo más bonito de las islas Lofoten. Quizás la fama le viene precisamente de las vistas desde arriba, ya que la subida al Reinebringen, es la ruta de senderismo más famosa de la zona. Entre 2.016 y 2.019 se construyó una escalera de piedra hasta el Reinebringen, lo que hizo que la montaña, que antes se consideraba empinada, fangosa y difícil de escalar, fuera fácilmente accesible. Aunque lo de "fácil" es un decir. El camino de subida a Reinebringen tiene 1.978 escalones de piedra que suben por la ladera haciendo zigzag. Si ha llovido o nevado, la ascensión, aparte de muy dura, puede resultar peligrosa.Nosotros, qué queréis que os diga, ni nos lo planteamos, y preferimos recorrer sus calles a nivel del suelo.
Detalle del puerto de Reine, con los robur y la iglesia al fondo
Otra vista de Reine, con los secaderos de bacalao en primer término
Seguimos camino y nos dirigimos a la cercana Sakrysøy, en donde se halla el establecimiento Anita's seafood (Anita's Sjømat, en noruego). Este establecimiento, famoso en las islas Lofoten, es un complejo en donde hay un restaurante, y también robur para alojarse, pero sobre todo, una tienda delicatessen, con los productos del mar de las islas Lofoten. Desde que Sven Kornelius Gylseth compró la antigua plaza comercial de Sakrisøy en 1.889, la familia lleva cinco generaciones trabajando duro para mantener las tradiciones y la artesanía de la isla. En la actualidad, de la mano de Anita Gylseth, la tienda ofrece muchas variedades de pescados y mariscos, destacando los productos derivados del bacalao y el salmón, pero también fletán, caviar e incluso ballena. Además de los productos propiamente del mar, puedes encontrar embutidos varios (de reno, de alce), galletas, chocolates, quesos, y hasta pan recién horneado. Capítulo aparte merecen las mermeladas, de todo tipo, destacando las de los frutos silvestres noruegos, como arándanos, grosellas, etc., de una calidad excelente. La única pega es que muchos de los productos que venden son frescos, y no aptos para llevártelos de viaje a casa. Eso sí, cayeron unas mermeladas y unos chips de bacalao seco.
Anna bajo las poco apetitosas cabezas de bacalao secándose al aire libre, en Anita's Sjømat
Aspecto de la zona de la tienda con los productos de bacalao. Anna vio el aceite de hígado de bacalao y salió huyendo. Se lo dieron de niña, porque no era de mucho comer que digamos...
Una de las neveras del Anita's seafood, con mojamas, caviar y productos de salmón, fresco y ahumado. A la derecha del todo, abajo, los botes del bacalao spesial, que habíamos cenado la noche anterior. Lástima no haber podido traernos uno a casa.
Tras la visita a la tienda, sobre las 18 h., regresamos a nuestra cabañita para contemplar la puesta de sol. Mientras Anna empezaba a preparar las maletas (al día siguiente, ya nos íbamos), yo me entretuve en la terraza fotografiando las aves marinas que pasaban por allí. Justo al lado de nuestra cabaña, había unas construcciones en las que no había reparado. Me fijo bien, y veo que son saunas, y que hay gente usándolas. Sigo con lo mío, hasta que prácticamente se hace de noche, y oigo unas voces fuera. Veo que los de la sauna, se han tirado al mar, y salen del mismo ipso facto, con algún grito de por medio. No en vano, el agua está a unos 12º C. Hay gente pa tó...Llega la hora de cenar, y aprovechamos para intentar acabar las provisiones frescas que nos quedan. Charlamos un rato, y para la cama. Anna se pone a ver un capítulo de una de las series que sigue, y yo miro la previsión de auroras. Es mi última noche allí, y aunque hay una previsión baja (Kp2), y auguran cielos algo tapados, no me rindo, y pongo el despertador a la media noche.Una vez suena la alarma, compruebo que la previsión era acertada, y que está algo nublado. Sigo en mis trece, me abrigo como puedo sobre el pijama, cojo la cámara y el trípode, y salgo a la terraza. Por intentarlo, no pierdo nada...
Aunque entre nubes, y no muy intensa, ahí está de nuevo la aurora boreal
Esta vez fue más floja y duró menos, pero valió la pena salir
Viernes 6 de septiembre. Hoy nos toca despedirnos de Hamnøy, y de nuestro fantástico apartamento en el Reinefjorden Sjøhus. Último desayuno con unas vistas de un día que ha amanecido espectacular. Tomamos fuerzas, ya que nos espera una larga ruta hasta Harstad, nuestro próximo destino. Son 284 km, unas 4 h y 1/2 sin contar paradas. Eso sí, no lo haremos de un tirón, ni mucho menos. La primera parada será a unos 50 km, en la reserva natural de Storeidvatnet, una laguna protegida, muy cercana a Leknes, donde a pesar de no ser la época ideal, observo unas cuántas especies de aves. Hay un observatorio, algo oculto, pero logro encontrarlo. No hay absolutamente nadie...Seguimos camino, y la segunda parada será en el espectacular mirador de Austnesfjorden, que vino a ser una despedida de las islas Lofoten.
Una última postal desde nuestra terraza en el Reinfjorden Sjøhus
Un nutrido grupo de gansos comunes (Anser anser) y gansos campestres (Anser fabalis)
Aunque no es la época ideal, pude ver este precioso ejemplar de porrón osculado (Bucephala clangula)
Vista impresionante desde el mirador de Austnesfjorden
Continuamos ruta hacia Harstad, y cuando llega la hora de comer, decidimos no tirar de pic-nic, para poder descansar un rato bien sentados. Nos encontramos con que, en la localidad de Kongsvik, ya en la provincia de Trom, y junto a la gasolinera de las afueras, hay un establecimiento de la cadena House of Burger. Se trata de una hamburguesería noruega, de estilo totalmente USA, y la verdad, las hamburguesas estaban buenísimas.Tras reponer fuerzas, nos quedan unos 45 km hasta Harstad, donde llegamos hacia las 15.45 h. Como todavía es pronto y, aunque algo nublado, hay luz, propongo a Anna que, antes de ir al hotel, hagamos un par de visitas. Harstad es la segunda ciudad más grande de la provincia, después de su capital: Tromsø, y cuenta con unos 25.000 habitantes.Además de ser una ciudad joven (se fundó en 1.904), y de que también es un buen lugar para ver la aurora boreal, Harstad tiene una interesante historia, en gran parte relacionada con la II Guerra Mundial. Nosotros intentamos encontrar The Adolf Guns. Se trata de la única instalación de cañones completamente intacta en las murallas atlánticas de Hitler. Esta reliquia de la II Guerra Mundial se encuentra en un estado increíble tras casi 80 años expuesta a los elementos, pero no pudimos acceder a verla. Según supimos más tarde, el Adolf Kanon está ubicado en una base militar activa y requiere una escolta guiada y procedimientos administrativos de seguridad para acceder al lugar.Lo que sí pudimos ver, es la iglesia de Trondenes. Muy cerca de la zona militar, a unos 3 km del centro de la ciudad, es la iglesia medieval noruega localizada más al norte. Presenta características tanto románicas como góticas. Sus muros son de piedra, mientras que el techo es de madera. Su construcción se data poco después de 1.434, y fue erigida sobre las ruinas de una iglesia de madera del siglo XII, alrededor de la cual había una fortificación, cuyos restos aún se aprecian. Comparada a otras iglesias medievales del norte de Noruega, la de Trondenes está bien conservada y su aspecto exterior es muy similar al original. La iglesia tenía una pequeña torre que servía de campanario, pero fue demolida. Actualmente hay un nuevo campanario en el área del cementerio. Una vez más, no pudimos acceder a su interior, ya que estaba cerrada.Muy cerca de la iglesia y el cementerio, hay un monumento que recuerda al campo de prisioneros soviéticos, que se creó en el otoño de 1.942. Durante el invierno de 1.942-43 llegaron aquí aproximadamente 1.000 prisioneros. Habían sido capturados durante la Operación Barbarroja de los nazis, siendo muchos de ellos de Ucrania. Durante la II Guerra Mundial hubo varios campos de prisioneros en Harstad y sus alrededores. El campo de Trondenes era el más grande, con hasta 1.200 prisioneros como máximo. Los prisioneros rusos que estaban en el campo cuando llegó la liberación erigieron un monumento a sus camaradas muertos en el verano de 1.945. Los prisioneros creían que 800 habían muerto en condiciones terribles en el cautiverio alemán en Trondenes. En el otoño de 1.951, se encontraron 403 tumbas.
Vista de la iglesia de Trondenes
El monumento a la memoria de los prisioneros soviéticos
Tras la interesante y emotiva visita, ya era hora de regresar al centro de la ciudad, y dirigirnos a nuestro hotel en Harstad, que sería el Thon Hotel. Moderno y muy bien situado junto al puerto, solo tuvo el inconveniente de que el parking, muy pequeño, estaba lleno. Por suerte, entre las 18 h y las 8 h., el aparcamiento del puerto era gratuito. Dejamos las cosas y damos una vuelta por el centro, que estaba muy poco animado. Entramos en un centro comercial, y damos una vuelta, pero cierran muy pronto. Así que, regresamos al hotel, y acabamos cenando en el Egon, una cadena noruega, de estilo americano que, en esta ocasión, estaba pegada al hotel. Cansados, nos vamos a la cama, que al día siguiente nos esperaba otro largo camino.
Anna en el centro de Harstad, en la zona peatonal, poco (o nada) concurrida
Un precioso edificio en el puerto, a donde llegan los Hurtigruten que comunican la ciudad con otras islas
Sábado 7 de septiembre. Nos levantamos temprano y desayunamos muy bien en el Thon. En general, los hoteles de la cadena Thon nos parecieron mejores que los Scandic. Cargamos el coche y tenemos 300 km hasta Tromsø. La idea es que, a unas 2 horas de camino (unos 125 km), parar a visitar el Polar Park. Hacía un tiempo que habíamos medio programado una visita a Narvik en invierno, para ver auroras, y dentro de ese plan, entraba el Polar Park. Para llegar a esa zona, hay vuelos al aeropuerto de Evenes-Narvik, que está a unos 50 km de esta ciudad. Narvik merece de por sí una visita, tanto por sus paisajes, como por su importancia en la II Guerra Mundial. De hecho, aunque no fuimos, por el camino encontramos muchas áreas alusivas a las batallas de Narvik.Más adelante, llegamos al Polar Park. Está considerado el "zoo" más septentrional del planeta. La entrada cuesta 325 coronas (unos 28 €), y se necesita un mínimo de 2 horas para verlo bien. Hay una pequeña tienda y una cafetería con bocadillos, y dentro del parque, varias zonas de pic-nic. El lugar es muy bonito, y los animales (todos auctóctonos de la zona), se encuentran en unas grandes instalaciones por las que se meuven a sus anchas. Esta manera de tenerlos, lo más natural posible, tiene el inconveniente de que, algunos de ellos, son muy difíciles de ver, y más con la vegetación estival. Quizás sea mucho mejor visitarlo en invierno, cuando la nieve dificulta más que se oculten. La verdad es que nos decepcionó un poco por ese motivo, y que quizás hubiera sido mejor haber ido a Narvik, pero de nada sirve lamentarse, y una vez allí, intentamos disfrutarlo.
Uno de los carteles conmemorativos de las batallas de Narvik
Un precioso paisaje rodea el Polar Park
Una hembra de alce (Alces alces)
Ejemplar de zorro ártico (Vulpes lagopus), con el pelaje estival
El precioso lince boreal (Lynx lynx)
Un animal espectacular: el buey almizclero (Ovibos moschatus)
Y no sería Noruega sin los renos (Rangifer tarandus)
Tras la visita, no nos convenció la comida de la cafetería, y regresamos a la carretera a buscar algo más decente. Lo hallamos en el pueblo de Bardu, en el Patricia's restaurant. Un simpático restaurante hamburguesería, tipo americano, pero con un toque noruego. Como es sábado, hay familias con niños. Comemos bastante bien, en un ambiente agradable. Ahora nos quedan unos 160 km hasta Tromsø, pasando cerca de los alpes de Lyngen, y vemos incluso algún glaciar en las altas cumbres.
Un impresionante glaciar en las altas cumbres de los alrededores de Tromsø
Una vez llegamos a Tromsø, tras cruzar su famoso puente, nos dirigimos de nuevo al Scandic Ishavshotel, que ya es casi como nuestra casa. De nuevo nos dicen que no hay parking libre, así que volvemos a tirar de Easy Park. Dejamos las cosas en la habitación, y como es casi la primera vez que estamos en Tromsø, y no llueve ni nieva, aprovechamos para estirar las piernas y hacer algunas compras. Es sábado por la tarde y la ciudad está muy animada.Vista del puerto deportivo de Tromsø, con nuestro hotel al fondo
La catedral de Tromsø, en la calle principal
Un detalle de la Storgata, la calle principal de la ciudad de Tromsø
Después del paseo, regresamos al hotel a dejar las cosas que hemos comprado, y decidimos ir a cenar al Asian Healthy Foods, un pequeño y sencillo restaurante con platos coreanos, vietnamitas y chinos, que estuvo muy bien, tanto de precio, como de calidad. Paseo de vuelta al hotel, un rato de TV, y a dormir.Domingo, 8 de septiembre. Llega la hora del regreso. Después de desayunar en el Scandic, muy bien como siempre, tenemos el vuelo a Oslo a las 12’55 h. Del hotel al aeropuerto son unos 6 km, así que vamos con calma. Respostamos en la gasolinera y devolvemos el coche con el tanque lleno. Muy bien el servicio de Herzt. Embarcamos las maletas y sacamos las tarjetas de embarque. En este aeropuerto, más pequeño que el de Girona, es todo self service. Tú mismo con la máquina sacas las tarjetas, las etiquetas, las pegas en las maletas y las pones en la cinta.Tenemos escala en Oslo, y el vuelo a Barcelona sale a las 16’25 h. Comemos en un sitio de sushi, y compramos algún recuerdo. La llegada a Barcelona està prevista a las 19’45 h., pero hay problemas en el Prat, y entre unas y otras, llegamos a casa a medianoche. Fin del viaje.Han sido unos días fantásticos que estarán ya de por vida en nuestro recuerdo. Espero que os guste esta crónica.
Hasta la próxima !!!
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